15 de noviembre de 2007

La comunidad reclamada




José Bengoa

La comunidad reclamada
“Identidades, utopías y memorias en la sociedad chilena actual”.

“Una sociedad que se encamina hacia el individualismo, que lo transforma en cultura, como ocurre en el Chile autópico de hoy, se aleja de una de las bases filosóficas fundamentales del ser humano en colectiva, de no convocar al sentimiento de unidad necesario, sin el cual no hay vida política ni democracia…el pueblo acepta que sus autoridades posean riquezas, tengan un nivel mayor de consumo, siempre y cuando establezcan con ellos, al mismo tiempo, una relación de autoridad, rigor y protección. La clase dirigida, pierde legitimidad y, por tanto, solo se percibe su aspecto de explotación. Es por cierto el fin de la clase dirigente, pero también de la clase política y la democracia. En ese momento el pueblo grita en las calles demandando cambios y arroja piedras sobre los ventanales de los ricos a quienes antes venero como sus lideres”[1]

Principios de la política convocante:
“…hay dos principios sin los cuales la política no es convocante. El primero, estar presidida por intereses individuales, personales o de grupos y que haya renunciado a la búsqueda insobornable del interés general. El segundo, no despertar pasiones. Y cuando quienes tienen responsabilidades en el debate publico, los que son parte de el y en particular quienes lo difunden y comunican, lo privatizan, lo reducen a intereses, lo confunden, sin duda que los habitantes se introducen en el oscuro callejón del escepticismo”[2]

Ciudadanía y tutelaje.

“Las elites chilenas, al igual que en el tiempo de la “pax hacendal”, se autoasignada misión de tutelar al pueblo. Esto es parte de un imaginario de país en el cual quienes poseen riqueza, dinero, apellidos y, además, son católicos de moral intachable…tienen el derecho (probablemente divino) de guiar las conciencias de sus coterráneos. Es una negación permanente del ejercicio de la libertad de los otros…Por cierto que la “ciudadanía limitada” es y ha sido una de las características de más larga duración de la sociedad chilena...; pero quizás en la construcción de la inseguridad es donde el tutelaje patronal se ha mostrado más eficaz en el ultimo periodo. La construcción del enemigo interno…en el miedo al otro se cristaliza la sociedad neo estamental.
La cultura de tutelaje es la base constitutiva de la “sociedad estamental”. La sociedad estamental es aquella que valora más el origen social de los individuos que sus meritos y observa los fenómenos que movilidad social con desconfianza, motejándolos generalmente de “arribismo”[3]

“El monopolio de la capacidad discursiva acerca del “alma nacional”, “lo propio”, ha conducido y conduce a que, quienes quieran o quisieran entrometerse en el cerrado circulo, sean aceptados en la medida que sean más “papistas que el papa”[4]


Citando a A. Jocelyn-Holt en Historia General de Chile dice”¿en síntesis, desde cuando somos históricos?...en estricto rigor lo histórico depende de tener un punto de vista privilegiado y si es posible volver y contar lo que uno ha visto…somos históricos desde que nos vemos desde un punto fijo, en suma desde que nos ubicamos en el mapa que vamos llenando…desde que miramos el pasado en perspectiva, como algo irrecuperable pero casi vivo”[5]

“…los españoles se preguntaban si los indígenas tenían alma. Los europeos sufrían desde la teología medieval por el asunto del alma. De “ente et esentia”, escribió santo Tomás de Aquino, el “Aquinatis”. Los americanos en cambio, creían que todo el universo estaba animado. Los cerros, los árboles, los animales, todo tenia alma. No les preocupaba el alma de los recién llegados. Era evidente. Estaban preocupados de su cuerpo, del cuerpo de los españoles, me lo comento hace años Manuel Gutiérrez quien ha estudiado las imágenes del cuerpo de los mayas yucatecos. ¿Serian como ellos? Se preguntaban los indios, ¿tendrían los mismos órganos, las mismas necesidades?...cuentan que Cortez les decía a los españoles que no comiesen en público, no se fueran a dar cuenta de que eran mortales”.[6]

“…los españoles hicieron con los indios en América más o menos lo mismo que hacían con los pobres, los moros, los campesinos, los judíos, los herejes y todo tipo de enemigo de la propia España…”[7]

“Uno de los discursos integradores ocurrió al mediar el siglo XIX con la ocasión de las guerras. Mientras más se desvalorizaba a los trabajadores en el ámbito económico, a los peones e inquilinos de las haciendas, más se levantaba, a nivel de mito fundacional de la nacionalidad, al “roto chileno”. El “roto” se va a transformar, desde el inicio de la republica, en el alma nacional y sus hazañas en las guerras nacional-estatistas serán la base de un discurso de integración que recubrirá las explotaciones y miserias con el “suave manto” de la unidad nacional. Desde la batalla de Yungay, cantada y relatada en todas la generaciones escolares desde la mitad del siglo XIX, hasta la “subida” al morro de Arica a fines de ese siglo, los “lazos primordiales” que unen a los chilenos se fundamentan en la sangre de “sus rotos”, capaces de dar la vida por la patria. Ese fundamento heroico interclasista ha posibilitado la creencia de una homogeneidad ancestral en la población del país y frente a la cual el estado se ha fortalecido”[8]

“cuando el sistema de legitimidad se quiebra es cuando hay una fractura en el poder, y es el momento, por lo general, de las revoluciones, de los cambios profundos y también de las reacciones autoritarias, de las masacres y de todo aquello que nos muestra la historia. Los revolucionarios lo han sabido muy bien y distinguieron las condiciones objetivas de las subjetivas. Las objetivas eran aquellas que se relacionaban directamente con la explotación. Pero tempranamente, en el siglo XIX, se dieron cuenta de que el solo hecho de ser explotado no era razón suficiente para revelarse frente a la opresión. Más aún, la mayor parte de las veces, la opresión conllevaba una mayor sumisión. Se trataba, por tanto, de un asunto diferente, de un proceso mental complejo, que se producía en las personas sometidas a la dominación objetiva. En esta extraña circunstancia se rompía la magia de la dominación. Las personas explotadas venían a considerar inaceptable la explotación (a la cual ya muchas veces estaban habituados) y consideraban natural (igualmente que la dominación) la rebelión. La ira de las masas surge en determinados y circunscritos momentos”[9]

“lo que hace que los hombres (y mujeres por cierto) obedezcan o toleren, por una parte, el autentico poder, es el instinto racional de que el poder tiene una cierta función y es de uso general. Incluso la explotación y la opresión hacen trabajar a la sociedad y logran el establecimiento de un cierto tipo de orden. Únicamente la riqueza sin el poder, o el aislamiento sin una política se consideran parasitarios, inútiles, sublevan tes, porque tales condiciones cortan todos los hilos que mantienen unidos a los hombres”[10]

“sucedió que lo que es natural que suceda, aunque sea incompresible par los hombres de estado: el terror había cesado de aterrorizar” KROPOTKINE[11]

En 1644, Aarón Levi también denominado Antonius Montezinues vino a esta ciudad de Amnterdam y le relato a Menasseh Ben Israel, y a otros jefes de la Nación Portuguesa.
“Y llegue con una caravana de mulas desde Quito a Cartagena de indias y en el camino fui tomado prisionero. Conversando una noche alrededor de una fogata con los indios, al ver que iba a morir, les confesé que era hijo de Israel. Entonces dos hombres se sentaron junto a mi. Me hablo el mayor y dijo: Semah Israel Adonai Elohenu Adonai ehad esto es, escucha Israel, el señor nuestro Dios es solo un Dios. El cuarto versículo del capitulo sexto de Deuteronomio, el indio llamado Francisco me siguió relatando durante los días siguientes algunas de las antiguas sabidurías que demostraban a ciencia cierta que la procedencia Hebrea de los hombres americanos…”

Entendiendo que estas tribus eran las perdidas en el momento de la confusión de lenguas en babilonia[12]
[1] Pág. 36.
[2] Pág. 40.
[3] Pág. 50 y 51.
[4] Pág. 86.
[5] Pág. 100.
[6] Pág. 103.
[7] Pág. 104.
[8] Pág. 130.
[9] Pág. 149.
[10]Pág. 150.
[11] Pág. 156.
[12] Pág. 99.

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