“…La expulsión de la compañía de Jesús decretada en 1767 por Carlos III trajo también algunas consecuencias de importancia. Los jesuitas constituían en Chile el foco más valioso de irradiación cultual y su extrañamiento importo un golpe de muerte para las letras, la educación y las bellas artes, que estaban entregas casi exclusivamente en sus manos. La iglesia por su parte, se vio privada del elemento de mayor formación, prestigio e influencia, y el bajo pueblo, de sus más tradicionales y mantenidos defensores. La aristocracia, auque perdió con los desterrados numerosos miembros, ganó, en robustecimiento económico, pues las grandes haciendas de la orden, puestas por la corona en pública subasta, pasaron a su dominio, completando así la entrega de la población campesina a su exclusiva tutela…la prepotencia económica social de vascos y castellanos lograba asi su pleno afianzamiento y frente a ella desaparecía el único poder de moderar con el freno de la conciencia religiosa sus despuntes feudales.”
Jaime Eyzaguirre, “Fisonomía histórica de Chile”, Editorial Universitaria, XVI Edición, 2004.
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