14 de septiembre de 2009

Generalidades de la PREHISTORIA humana.


GENERALIDADES

PREHISTORIA
Piedra, Edad de, fase más antigua de la cultura humana, en la que el instrumental empleado por el hombre estaba construido con piedra, hueso, cornamentas de cérvidos o madera. El término 'edad de piedra' abarca casi toda la existencia del hombre, puesto que comienza con los útiles más antiguos hallados por la arqueología y finaliza en algunas zonas del mundo, como Australia y Polinesia, tan sólo hace dos siglos, cuando el uso del metal (hito que marca el final de la edad de piedra) fue difundido por los europeos.
A mediados del siglo XIX, los anticuarios europeos establecieron con certeza que el hombre vivió en tiempos remotos al mismo tiempo que una serie de animales extinguidos. Además, determinaron que las piedras que en siglos anteriores se denominaban 'piedras del rayo', eran útiles humanos antiguos y que la época de la piedra tallada precedía en el registro arqueológico a la piedra pulimentada, aún sin saber nada sobre la difusión o duración del periodo en que fueron empleados. La edad de piedra, que precede a la edad del bronce y a la edad del hierro, fue posteriormente subdividida por el naturalista y político británico John Lubbock en distintas fases. En 1865 acuñó los términos 'paleolítico' (del griego paleo, 'antiguo', y lithos, 'piedra') y 'neolítico' (de neo, 'nuevo') para definir los periodos de piedra tallada y pulimentada respectivamente.
Paleolítico
El paleolítico, que constituye casi el 99% del registro arqueológico mundial, fue subdividido en tres grandes fases sucesivas: paleolítico inferior, medio y superior.
El paleolítico inferior cubre un vasto periodo que se inicia con los primeros útiles líticos reconocibles hallados en yacimientos de Etiopía, fechados hace unos 2,5 millones de años. No obstante, los primeros seres humanos debieron haber usado útiles mucho antes de esa fecha. Aquéllos fabricados con materiales orgánicos se han desintegrado y los de piedra sin trabajar son irreconocibles como instrumentos. Los útiles tallados a partir de piedras son los únicos que permiten ser reconocidos como tales. Los instrumentos líticos más simples reciben el nombre de choppers (cantos trabajados monofaciales) y chopping tools (cantos bifaciales) que constituyen la denominada cultura de los cantos trabajados, propia del Homo Habilis. Fueron tallados mediante percutores con la intencionalidad de crear una serie de útiles rudimentarios apuntados o con filos por una sola cara, empleados para cortar, perforar o raer. A veces se denominan instrumentos olduvainenses, por los hallazgos de la garganta de Olduvai (Tanzania), donde se han descubierto numerosos restos de presencia humana que constituyen los testimonios de la tecnología más antigua y duradera de la humanidad, ya que permanecieron en uso durante millones de años. El filo de un útil de sílex o cuarzo es extremadamente cortante; se puede romper o embotar, pero a su vez puede ser retallado o simplemente desechado para reemplazarlo fácilmente por otro instrumento, dada la disponibilidad de piedra apropiada. El siguiente paso fue el tallado de bifaces, trabajando bloques seleccionados de piedra por ambas caras hasta darle la forma deseada, en ocasiones muy sofisticada, como la del bifaz simétrico y piriforme, encontrado en grandes cantidades en el Viejo Mundo, que fue probablemente un instrumento multiusos (presentaba un largo filo puntiagudo y cortante y un extremo engrosado a modo de cabeza de martillo). Estos bifaces hicieron su aparición durante la existencia del Homo erectus (antepasado directo del Homo sapiens) del que se han encontrado restos desde el sur de África hasta el Sureste asiático y que abarca un periodo iniciado hace 1,8 millones de años y que se extendió hasta hace unos pocos centenares de miles de años (véase Hominización). Los bifaces debieron ser, por tanto, unos útiles prácticos y eficientes. El achelense constituyó una de las etapas más importantes del paleolítico inferior, aunque no fue una etapa uniforme. Recibió tal nombre del yacimiento de Acheul (norte de Francia), caracterizado por la presencia de bifaces, hendedores y triedros. La denominada técnica levallois supuso un notable avance técnico; apareció en diferentes lugares y fechas durante este periodo, probablemente de forma espontánea y no por aculturación. Se denominó así por el yacimiento homónimo localizado en Francia. Esta técnica consistía en trabajar un núcleo de sílex de grano fino, de tal forma que se obtuvieran fragmentos denominados lascas, grandes, planas y con filos cortantes, de tamaños y formas preconcebidas; pero fue en el paleolítico medio cuando alcanzó su máximo desarrollo. El paleolítico inferior comenzó en Europa a inicios del cuaternario y finalizó con la aparición del hombre de Neandertal hace 120.000 años. En España sobresale el yacimiento del Aculadero (Puerto de Santa María, Cádiz). Todos los indicios señalan que la industria hallada en tal lugar corresponde a la cultura de los cantos tallados. Se calcula que tiene unos 700.000 años de antigüedad. Este yacimiento muestra que existieron grupos humanos que fueron asentándose en la península Ibérica y fueron ascendiendo hacia el norte. Otra importante zona de ocupación humana es la zona del Guadalquivir y la depresión de Guadix Baza (Granada), en especial el yacimiento de Cúllar-Baza, donde aparecieron los polémicos restos del llamado hombre de Orce. Otro yacimiento fundamental del paleolítico inferior español es Atapuerca (Burgos), donde se han hallado numerosos restos, investigados en la actualidad.
El paleolítico medio es un periodo mal definido que comenzó en distintas fechas según las zonas. Está identificado con el llamado tecnocomplejo musteriense (nombre derivado del abrigo rocoso de Le Moustier, al suroeste de Francia), que se extendió desde hace 180.000 años hasta hace 40.000 años, y coincidió ampliamente con la presencia de los neandertales. El musteriense se caracterizó por el desarrollo y perfeccionamiento de los útiles ya conocidos, los cuales redujeron su tamaño, y la fabricación de objetos sobre lascas: puntas, raederas y bifaces. Este periodo es denominado en África edad media de piedra y abarca desde hace 150.000 años hasta hace 30.000 años. Aquí no se han localizado bifaces pero sí se han encontrado ensamblados diversos útiles de pequeño tamaño, denominados microlitos. Algunos de estos ensamblajes están asociados a restos humanos anatómicamente modernos. En España, el paleolítico medio estuvo igualmente caracterizado por su asociación a la presencia del hombre de Neandertal, aunque hoy día se rechaza la absoluta identificación del musteriense con esta especie. Junto al instrumental lítico, aparecen objetos óseos. El numero de yacimientos aumenta de forma muy considerable; existen al aire libre y en cuevas, entre las que destaca la cueva de Morín (Cantabria).
El paleolítico superior europeo corresponde ya a la presencia del hombre moderno y está asociado a una amplia variedad de útiles de piedra, hueso, cornamenta y marfil, incluidos propulsores, arpones y agujas. El utillaje lítico de este periodo comprende una extensa variedad de instrumentos muy especializados (leznas, raspadores, grabadores) realizados principalmente sobre hojas y láminas (esto es, lascas largas, estrechas, delgadas y con filos paralelos, extraídas probablemente de un nódulo golpeado con un punzón y percutor, más que de forma directa con un martillo). El paleolítico superior en Europa está dividido en tres grandes etapas: el auriñacense y perigordiense; el solutrense y el magdaleniense. En España se observan diferencias entre la región cantábrica y la zona levantina. Algunas fases están asociadas a magníficos ejemplares de útiles líticos. En el sur de Europa, durante el solutrense, se fabricaron puntas planas y delgadas en forma de hoja, trabajadas por ambas caras. En el hemisferio norte, el paleolítico superior acabó hace unos 10.500 años con el fin de la glaciación. En África este periodo recibe el nombre de edad de la piedra final y se extendió hasta la edad del hierro (pocos siglos antes o después de Cristo, según las diversas zonas) o incluso hasta tiempos históricos, incorporándose de este modo a lo que en el Viejo Mundo se denomina neolítico. En el Nuevo Mundo, la etapa más antigua de presencia humana es llamada periodo paleoindio, que comenzó hace 15.000 años (algunos autores remontan su inicio hasta hace unos 50.000) y concluyó hacia el 5000 a.C. aproximadamente. Está caracterizado por una serie de puntas cuidadosamente talladas en piedra como las puntas Clovis y Folsom en el norte y las puntas de cola de pez en el sur. Un hecho destacado es que la perduración del utillaje lítico en el paleolítico es muy engañosa. Llega hasta nosotros gracias a su naturaleza pétrea y su abundancia no refleja necesariamente su importancia. Se han llevado a cabo estudios de cómo y por qué los pueblos primitivos actuales emplean los útiles líticos, además de análisis microscópicos que han permitido comparar modos de utilización y las huellas de uso en el utillaje prehistórico con los actuales, utilizados para funciones específicas con y sobre diversos materiales. Todas estas investigaciones han sugerido que muchos de estos instrumentos fueron utilizados para obtener y trabajar materiales orgánicos y que el empleo de la madera fue de enorme importancia en el utillaje paleolítico. Han pervivido hasta nuestros días pocos objetos de madera correspondientes al paleolítico inferior y medio, como es el caso de un par de puntas de lanza y un receptáculo en Europa y una delgada placa cuidadosamente fabricada, en Japón.
Grupos Humanos del Paleolítico

A lo largo de todo el paleolítico el hombre fue cazador y recolector aunque también se dedicó a la pesca. De hecho, durante la mayor parte del paleolítico inferior los primeros seres humanos (Australopithecus, Homo habilis y Homo erectus) fueron probablemente más carroñeros que cazadores. Fue en el paleolítico medio y superior cuando se realizaron actividades de caza propiamente dicha, efectuadas con medios más apropiados y en batidas comunales. Los cazadores centraron su actividad en herbívoros como caballos, bisontes, cabras, ciervos y antílopes, dependiendo de cada región y del clima, que fluctuó durante toda la época glacial. La caza mayor, como el mamut, fue escasa en comparación con la caza menor, aunque es cierto que la actividad depredadora del hombre influyó en su extinción y en la de otras especies de megafauna en diversas partes del mundo. En las llanuras de Norteamérica, los cazadores explotaron las manadas de bisontes en batidas masivas, provocando estampidas hacia barrancos donde los mataban posteriormente. Los grupos humanos del paleolítico parecen haber sido extremadamente nómadas, desplazándose según las estaciones siguiendo a las grandes manadas. Durante el paleolítico inferior debieron vivir principalmente en pequeños campamentos, de los cuales se han encontrado restos en yacimientos al aire libre, algunos de ellos en terrazas de ríos, aunque también ocuparon cuevas como el caso de Zhoukoudian (China) o Tautavel (Francia). En el paleolítico medio y superior se ocuparon de forma más intensa las cuevas y los abrigos rocosos, pero el hombre continuó viviendo al aire libre. En el paleolítico inferior se construyeron algunos refugios rudimentarios, como los de las dunas de Terra Amata (Niza, sur de Francia), pero en el paleolítico superior hay testimonios de ligeros entoldados y, en Europa central y oriental, de sofisticadas cabañas hechas con cientos de huesos de mamuts. Se piensa que se empezó a emplear el fuego hace 1,5 millones de años. Abundan restos de hogares en los lugares de habitación del paleolítico medio y superior. En principio fue utilizado probablemente como medio de iluminación, de calefacción y de protección contra animales salvajes, pero con el paso del tiempo se emplearía también para cocinar alimentos. En el paleolítico superior se empleó para calentar los bloques de piedras a fin de facilitar su trabajo, para alterar el color de los pigmentos minerales y en algunas zonas, como Moravia y Japón, para cocer figurillas de arcilla. Los grupos humanos del paleolítico medio practicaron ya con toda probabilidad la navegación. El hombre llegó a Australia al menos hace unos 55.000 años. Esto significa que cruzó al menos 100 kilómetros de mar abierto, puesto que Australia nunca estuvo unida al Sureste asiático, ni en los periodos en los que el nivel del mar estuvo más bajo. El primer testimonio claro de prácticas funerarias corresponde al paleolítico medio. No obstante hay pruebas de que en Atapuerca (Burgos, España) tuvo lugar un rudimentario rito funerario hace unos 300.000 años. Hasta unos 35 esqueletos humanos del tipo neandertal fueron aparentemente depositados en una fosa en este lugar. La ausencia de restos de ocupación y de útiles líticos (indicando que esos hombres no vivieron allí) y la ausencia de huesos de animales o marcas de mordiscos (señalando que no fueron víctimas de depredadores) sugieren algún tipo de rito funerario. Al parecer un enterramiento neandertal en la cueva de Shanidar (Irak) estuvo rodeado de flores. Sería en el paleolítico superior cuando los enterramientos se hicieron cada vez más complejos (la cremación más antigua conocida es la del lago Mungo en Australia y se fecha en torno a unos 26.000 años) en los que aparece la utilización de ocres rojos y la presencia de un ajuar funerario y, en algunos casos, cientos de cuentas o abalorios que probablemente estuvieron unidos a la vestimenta, además de otras formas de ornamentación y utillaje. De igual modo, aunque hay algunos ejemplares rudimentarios de arte en el paleolítico inferior y medio (como una figurilla femenina procedente de Berejat Ram en Israel, de cientos de milenios de antigüedad), fue durante el paleolítico superior cuando apareció el arte figurativo en todos los continentes, bien como arte parietal, bien como arte mobiliar, bajo la forma de grabados o pequeñas estatuillas. Aunque el arte paleolítico europeo es el mejor conocido (véase Arte paleolítico), hay ejemplos de grabados en roca y de arte mobiliar de fecha similar en otros continentes. Por ejemplo, en Australia existen petroglifos (grabados sobre rocas) que se pueden datar en una fecha aproximada de hace 40.000 años. Namibia posee pinturas rupestres polícromas de animales en la cueva Apolo 11 que se fechan en unos 27.500 años de antigüedad. En la India, China y Japón se han encontrado grabados sobre las valvas de las ostras, astas de animales y cantos rodados respectivamente. En Brasil se localizan las pinturas rupestres de Pedra Furada, que se fechan al menos en torno a unos 12.000 años, aunque es posible que tengan un mínimo de 17.000 años de antigüedad.
Mesolítico
El periodo de transición entre el final de la glaciación y el inicio del neolítico, constituyó una especie de hiato en el registro arqueológico llevado a cabo en el siglo XIX. Con el paso del tiempo se acuñó el término mesolítico (edad de la piedra media) para denominar este periodo de transición en Europa. Hacia la década de 1880 ya se habían identificado algunas culturas desarrolladas entre el 8500 y el 7000 a.C. en el Oriente Próximo, pero en Gran Bretaña esta etapa llegaría hasta el IV milenio (territorio en el que el neolítico procede del continente europeo). Por lo general los grupos mesolíticos siguen siendo cazadores-recolectores, como sus predecesores, pero ahora cazan otras especies de animales muy diferentes (como el ciervo rojo y el cerdo en vez del reno) debido al cambio del clima, que tras la glaciación se hizo más templado. El utillaje lítico refleja este cambio de las condiciones ambientales y está caracterizado por la presencia de los microlitos geométricos. Éstos no se utilizarían solamente como puntas de flecha sino también como elementos de instrumentos más complejos, uniendo las puntas, con resina, a mangos de madera o astas de animales, que se emplearían como hoces u otros tipos de aperos para la recolección. También se emplearon hachas de piedra o azuelas para el trabajo de la madera. Fueron los grupos paleolíticos finales (o epipaleolíticos) del Oriente Próximo, como los de la cultura natufiense de Palestina, quienes al parecer dieron los primeros y decisivos pasos hacia la producción de alimentos y la adopción de la vida sedentaria.
Neolítico
El neolítico ha estado tradicionalmente asociado a los orígenes de la agricultura, a la vida sedentaria y al uso de la cerámica y de instrumentos de piedra pulimentada. Sin embargo, en la actualidad se sabe que algunos de estos rasgos son anteriores a esta etapa. La cerámica hizo su aparición en Japón hace 16.000 años y en Australia se han encontrado útiles pulimentados con una antigüedad de 32.000 años. Incluso durante el neolítico estas características no siempre aparecen de forma conjunta. Por ejemplo, en el Oriente Próximo la producción de alimentos fue anterior a la aparición de la cerámica, lo que ha dado origen al término de neolítico precerámico (véase Jericó). No obstante, el vocablo neolítico sigue en uso en algunas partes del Viejo Mundo. Sus inicios se centran en el VII milenio en el Oriente Próximo y tiene su fin en el II milenio en Europa septentrional dependiendo del comienzo de la utilización del cobre. En el neolítico se produce la aparición de los primeros poblados con casas edificadas con diferentes materiales, en diferentes partes del mundo: casas de adobe en el Oriente Próximo y de grandes troncos de madera en Europa central y occidental por ejemplo. En Jericó, el neolítico precerámico coincidió con la construcción de una monumental muralla de piedra. Pero quizá el poblado neolítico más extraordinario sea el de Skara Brae en las islas Orcadas, cuyas casas y su mobiliario (incluido alacenas, aparadores y camas) están realizadas con losas. La cerámica, producto del desarrollo natural de pueblos sedentarios, fue ampliamente utilizada (los grupos nómadas de cazadores-recolectores del paleolítico sabían cómo hacerla, pero no la emplearon ya que era demasiado pesada para transportarla; sus recipientes eran, sin duda, de piel). El cultivo de cereal y la domesticación de animales, como vacas, ovejas, cabras y cerdos, fueron resultado no de un brillante descubrimiento, sino de la necesidad causada por la presión demográfica. La minería también hizo su aparición en el neolítico. Sus orígenes se pueden rastrear en el paleolítico, al practicarse actividades mineras para obtener ocre en África y en Australia o al excavar en cuevas para extraer nódulos de piedra. En el mesolítico se obtuvo obsidiana (piedra volcánica) en las islas del Mediterráneo. No obstante, fue en Europa septentrional durante el neolítico cuando se explotaron ricas vetas de sílex de alta calidad mediante un enorme sistema de pozos y galerías radiales, extrayendo los bloques con picos construidos con astas de animales. Entre las minas mejor conocidas se encuentran las de Grimes Graves (Gran Bretaña), de Krzemionki (Polonia) y de Spiennes (Bélgica). El sílex de estas minas, al igual que el de otras muchas explotaciones al aire libre, fue transformado en hachas talladas o pulimentadas, objetos de una extensa y lejana comercialización, que se emplearon en la profunda deforestación que se produjo en Europa en esta época. Las numerosas y alargadas casas (de decenas de metros de longitud) construidas con grandes tablas de madera, pueden ser consideradas como evidencia de la deforestación. En el yacimiento de Kückhoven (Alemania noroccidental) se ha encontrado el pozo más antiguo, fechado más allá del 5000 a.C., que estaba revestido con enormes tablas de madera. Durante el neolítico también se construyeron carreteras o pistas mediante tablones de madera en la Europa húmeda, como la de Somerset (Gran Bretaña) y poblados formados por casas de madera a orillas de los lagos alpinos, a veces palafitos, esto es, levantadas en plataformas sobre el agua. Las excavaciones en estos poblados lacustres han sacado a la luz gran cantidad de productos manufacturados a partir de materiales orgánicos, como objetos de madera, de cestería o tejidos, que normalmente se desintegran con el paso del tiempo. Ello ha permitido vislumbrar la vida cotidiana de finales de la edad de piedra. Este tipo de materiales también se conserva en ambientes extremadamente áridos como el suroeste americano o las alturas andinas. La cerámica estaba a menudo ricamente decorada mediante motivos incisos, estampillados o pintados. El arte neolítico también presenta una amplia variedad de figurillas (en ocasiones femeninas como en la zona euroasiática) pero quizá los logros más importantes se encuentran en una serie de imponentes monumentos localizados en diferentes partes del mundo. En Europa occidental hay numerosos túmulos funerarios de grandes dimensiones, construidos con tierra sobre las estructuras mortuorias de piedra. Es notable el ejemplo de Silbury Hill (sur de Inglaterra), un enorme túmulo de creta de 40 metros de altura y 160 de diámetro, construido hacia el año 2600 a.C. Más impresionantes aún son los monumentos megalíticos (del griego mega y lithos, 'grandes piedras') en especial los de Europa occidental: los grandes círculos británicos (de los que Stonehenge y Avebury son quizá los más conocidos); los menhires, o piedras hincadas verticalmente en el suelo, en la mayoría de los casos aislados pero en ocasiones en conjuntos como los asombrosos alineamientos de Carnac (Bretaña, Francia); los menhires-estatuas antropomórficos y las grandes tumbas megalíticas, desde Escandinavia hasta Portugal. Muchas de estas tumbas estaban profusamente decoradas con motivos incisos en sus piedras: espirales, puntas de diamante e incluso hachas. Algunas tumbas en España y Portugal estaban pintadas en su interior. Está bien comprobado que el trazado y la orientación de algunos de estos monumentos estaban en relación con la astronomía. Por ejemplo, Stonehenge está orientado según el solsticio de verano mientras que New Grange tiene un vano a través del cual penetran los rayos solares durante el solsticio de invierno. Aunque los bloques de piedra levantados en algunos de los monumentos europeos son de imponentes dimensiones, el logro probablemente más destacado de cualquier grupo humano en la edad de piedra se encuentra en la Isla de Pascua, en el sur del océano Pacífico, donde desde los primeros siglos de nuestra era hasta el año 1600 aproximadamente, los nativos del neolítico construyeron impresionantes estatuas que descansaban sobre plataformas enormes construidas con cascajo y recubiertas con losas. Se esculpieron unas mil de estos moai en toba volcánica con cinceles de basalto y fueron transportadas, probablemente sobre troncos a modo de rodillos, varios kilómetros hasta la costa donde se encontraban las plataformas. El trabajo que supuso el labrado, el traslado y el izado de los megalitos ha generado un profundo respeto por sus constructores y por la inmensa capacidad del hombre, equipado tan sólo con utillaje de piedra y materiales orgánicos.
MESOPOTAMIA
Mesopotamia (en griego, 'entre ríos'), uno de los primeros centros de civilización urbana, en la zona del actual Irak y el este de Siria, entre los ríos Tigris y Éufrates.
La riqueza natural de Mesopotamia siempre ha atraído a pueblos procedentes de las regiones vecinas más pobres, y su historia es la de continuas migraciones e invasiones. La lluvia es escasa en la mayor parte de la región, pero cuando el fértil suelo se riega a través de canales produce abundantes cultivos.
Primeros Estados Mesopotámicos
La necesidad de autodefensa y riego llevó a los antiguos mesopotámicos a organizar y construir canales y asentamientos fortificados. Desde el 6000 a.C. los asentamientos aumentaron, convirtiéndose en ciudades en el IV milenio a.C. El primer asentamiento de la región es probablemente Eridú, aunque el ejemplo más destacable es Uruk (la Erech bíblica) al sur, donde los templos de adobe se decoraron con fina metalurgia y piedras labradas. El desarrollo de una administración también estimuló la invención de una forma de escritura, la cuneiforme. Los sumerios probablemente fueron responsables de esta primera cultura urbana que se extendió hacia el norte del Éufrates. Otros asentamientos importantes de Sumer fueron Adab, Isin, Kis, Larsa, Nippur y Ur.
Hacia el 2330 a.C. la región fue conquistada por los acadios, pueblo semítico del centro de Mesopotamia. Su rey, Sargón I el Grande (que reinó hacia el 2335-2279 a.C.), fundó la dinastía de Acad, y en su época la lengua acadia comenzó a sustituir al sumerio. Los gutis, tribu de las colinas del este, acabaron con el dominio acadio hacia el 2218 a.C., y, después de un intervalo, la III Dinastía de Ur llegó a dominar gran parte de Mesopotamia. En Ur, hubo un florecimiento final de las tradiciones sumerias. Los invasores precedentes del reino norteño de Elam destruyeron la ciudad de Ur hacia el 2000 a.C. Bajo su dominio ninguna ciudad consiguió el control total hasta mediados del siglo XVIII, cuando Hammurabi de Babilonia unificó el país durante algunos años al final de su reinado. Al mismo tiempo, una familia amorita obtuvo el control de Assur en el norte; sin embargo, tanto Babilonia como Assur pronto cayeron a manos de los recién llegados. Hacia el 1595 a.C. los hititas tomaron Babilonia que poco después cayó bajo el control de los casitas. Durante los 400 años siguientes Babilonia se desarrolló notablemente; sus reyes fueron similares a los faraones de Egipto y su población comerció ampliamente. Assur cayó en manos del reino de Mitanni, fortalecido por los hurritas procedentes del Cáucaso, quienes probablemente estaban relacionados con el pueblo de Urartu. Los hurritas habían estado en Mesopotamia durante siglos, pero después del 1700 a.C., se extendieron por todo el norte y también por Anatolia.
Imperio Asirio y Caldeo
Hacia el 1350 a.C., el reino de Asiria, al norte de Mesopotamia, comenzó destacar. El ejército asirio derrotó a Mitanni, conquistando en poco tiempo Babilonia hacia el 1225 a.C., y llegando al Mediterráneo hacia el 1100 a.C. Durante los dos siglos siguientes, esta expansión fue detenida por las tribus arameas procedentes de la estepa siria y, con la ayuda de tribus caldeas, invadieron Babilonia. Asiria combatió a éstas y a otras tribus, expandiéndose de nuevo después del 910 a.C. Durante su mayor extensión (c. 730-650 a.C.) el Imperio asirio controló Oriente Próximo desde Egipto hasta el golfo Pérsico. Las regiones conquistadas se dejaron bajo el mando de reyes vasallos o, si existían problemas, se anexionaban. Siguiendo una antigua práctica, los individuos rebeldes eran deportados, produciéndose una mezcla de razas en todo el Imperio. Las frecuentes revueltas precisaban una fuerte potencia militar, pero no se pudo mantener el control en un dominio tan amplio durante mucho tiempo. Las presiones internas y los ataques de los pueblos de Media y los caldeos de Babilonia provocaron el colapso en el 612 a.C. Los medos tomaron la parte elevada del país, dejando Mesopotamia a los caldeos bajo el gobierno de Nabucodonosor II. Los caldeos rigieron Mesopotamia hasta el 539 a.C., cuando Ciro el Grande de Persia, quien había conquistado Media, capturó Babilonia.
Dominio Persa
Bajo los persas, Mesopotamia se dividió en las satrapías (provincias) de Babilonia y Assur, desempeñando Babilonia un papel fundamental en el Imperio. La lengua aramea, ampliamente hablada con anterioridad, se convirtió en el idioma común, y el establecimiento de un gobierno imperial trajo consigo la estabilidad a la región. Sin embargo, al final, el régimen fue demasiado opresivo y la prosperidad de Mesopotamia declinó.
Época Helenística y Romana
Tras la conquista de Asia Menor por Alejandro Magno en el 331 a.C., la dinastía griega de Seleuco I gobernó en Mesopotamia. Se fundaron una docena de ciudades, siendo la más importante Seleucia del Tigris, trayendo la cultura, el comercio y una renovada prosperidad helenística a la región. También se construyó un nuevo sistema de canales, el Nahrawan. Hacia el 250 a.C. los gobernantes Arsácidas de Partia tomaron Mesopotamia a los Seléucidas. Los partos organizaron su imperio además de organizar distintos estados vasallos, en los que las ideas griegas y persas se mezclaron. Tras rechazar los ataques romanos, los partos cayeron en el 226 d.C. a manos de los Sasánidas de Persia, cuyo dominio se extendió desde el Éufrates hasta el actual Afganistán. Establecieron un gobierno eficaz, con una jerarquía de funcionarios, y mejoraron el sistema de canales de riego y drenaje. El conflicto intermitente en el noroeste con la provincia romana de Siria, posteriormente parte del Imperio bizantino (después del 395) y con los árabes en las zonas fronterizas del desierto, condujeron a la destrucción del Imperio sasánida en el 635 por parte de los árabes, quienes llevaron consigo la nueva religión islámica.
CULTURA EGIPCIA
Hace unos 60.000 años, el río Nilo comenzó las inundaciones anuales de los terrenos de su cuenca, dejando tras de sí un fértil suelo aluvial. Las áreas cercanas a la llanura de inundación permitieron garantizar los recursos alimenticios y el agua. Con el tiempo, los cambios climáticos, que comprendían periodos de aridez, permitieron afianzar el asentamiento humano en el valle del Nilo. Desde el periodo calcolítico (la edad del cobre, que comienza hacia el 4000 a.C.), hasta comienzos del Imperio Antiguo, la población se extendió por una gran área.
En el séptimo milenio a.C., Egipto contaba con unas condiciones medioambientales apropiadas para la ocupación humana. Se han encontrado evidencias de asentamientos desde ese tiempo en las áreas del sur o Alto Egipto; restos de ocupación similares se han descubierto en los emplazamientos nubios (actualmente Sudán). Se han encontrado bastantes fragmentos de cerámica en las tumbas del Alto Egipto desde el cuarto milenio a.C. (en el periodo predinástico) que permiten establecer una secuencia de datación relativa. El periodo predinástico, que finaliza con la unificación de Egipto en un único reino, se subdivide por lo general en tres fases, cada una de ellas se refiere a los yacimientos en los cuales se encontraron sus materiales arqueológicos: badariense, amratiense (Nayada I) y geerziense (Nayada II y III). Los yacimientos del norte (desde el 5500 a.C.) han proporcionado material para establecer una datación arqueológica de cierta continuidad pero no ofrece una cronología larga como las encontradas en el sur.
Periodo Predinástico (o arcaico)
Las fuentes arqueológicas muestran el nacimiento, hacia el final del periodo geerziense (3200 a.C.), de una fuerza política dominante que se convirtió en el elemento de consolidación del primer reino unificado del antiguo Egipto. El jeroglífico más antiguo que se conoce data de este periodo; pronto los nombres de los soberanos empezaron a aparecer en los monumentos. Tras la finalización del reinado de Narmer (3100 a.C.), siguieron la I y II Dinastías (3100-2755 a.C.), con al menos 17 reyes. Algunas de las grandes estructuras funerarias (predecesoras de las pirámides) se construyeron en Sakkara y Abidos durante la existencia de estas dos dinastías.
El Imperio Antiguo
El Imperio Antiguo (2755-2255 a.C.) comprende desde la III hasta la VI Dinastías. La capital estaba en el norte, en Menfis, y los monarcas mantuvieron un poder absoluto sobre un gobierno sólidamente unificado. La religión desempeñó un papel importante, como queda registrado en la mitología egipcia; de hecho, el gobierno había evolucionado hacia un sistema teocrático, en donde el faraón era considerado un dios en la tierra, por lo que gozaba de un poder absoluto.
La Edad de Oro
La III Dinastía fue la primera de las ubicadas en Menfis, y su segundo soberano, Zoser o Djoser (2737-2717 a.C.), reforzó la unidad nacional al unir los símbolos del norte y sur en su construcción funeraria en Sakkara. En general, la III Dinastía marcó el principio de la edad de oro de una nueva y vigorosa cultura.
La IV Dinastía se inició con el faraón Snefru, entre cuyos proyectos de edificación se encontraban las primeras pirámides en Dahshur (al sur de Sakkara). Snefru, el rey guerrero del cual quedan extensos documentos, realizó campañas en Nubia, Libia y el Sinaí. El desarrollo del comercio y la minería trajo la prosperidad al reino. Snefru fue sucedido por su hijo Keops, que erigió la Gran Pirámide en Gizeh. Aunque se conoce poco de su reinado, aquel monumento no sólo atestigua su poder sino que también indica la complejidad que la burocracia había alcanzado. Redjedef, hijo de Keops (reinó en 2613-2603 a.C.), introdujo una divinidad asociada al elemento solar (Ra o Re) en el título real y en el panteón religioso. Kefrén, otro hijo de Keops, sucedió a su hermano en el trono y construyó su complejo funerario en Gizeh. Otro miembro de la dinastía fue Mikerinos (reinó en 2578-2553 a.C.); conocido por haber erigido la más pequeña de las tres grandes pirámides de Gizeh.
En la IV Dinastía, la civilización egipcia alcanzó la cumbre de su desarrollo y este alto nivel se mantuvo durante la V y VI Dinastías. El esplendor manifestado en las pirámides se extendió a numerosos ámbitos del conocimiento como arquitectura, escultura, pintura, navegación, artes menores y astronomía; los astrónomos de Menfis establecieron un calendario de 365 días. Los médicos del Imperio Antiguo también mostraron un extraordinario conocimiento de fisiología, cirugía, el sistema circulatorio humano y el uso de antisépticos.
Comienzo del Declive
Aunque la V Dinastía mantuvo la prosperidad con la ampliación del comercio exterior y las incursiones militares en Asia, se evidenciaron los signos del declive de la autoridad real debido al aumento de la burocracia y al incremento del poder de los administradores que no pertenecían a la realeza. Unas, último rey de la dinastía (reinó en 2428-2407 a.C.), fue enterrado en la pirámide de Sakkara, en una cámara funeraria cuyas paredes tenían inscripciones que se han denominado 'Textos de la Pirámide'. Estos textos se utilizaron también en las tumbas reales de la VI dinastía. Varias inscripciones autobiográficas de funcionarios de la VI dinastía indicaban el poder decreciente de la monarquía y apuntan incluso una conspiración contra el faraón Pepi I (reinó en 2395-2360 a.C.) en el que se vio implicada la mujer del soberano. Se cree que durante los últimos años de Pepi II, que reinó en 2350-2260 a.C., el poder puede que estuviera en manos de su visir. La autoridad central en la economía también decreció por los decretos de exención de impuestos. Los nomos (distritos) alcanzaron rápidamente un poder propio cuando los nomarcas (gobernadores de distrito) empezaron a establecerse de forma fija en vez de trasladarse periódicamente a los diferentes nomos.
Primer Periodo Intermedio
La VII Dinastía marcó el comienzo del Primer Periodo Intermedio. Como consecuencia de disensiones internas, las noticias sobre la VII y VIII dinastías son bastante oscuras. Parece claro, sin embargo, que ambas gobernaron desde Menfis y duraron sólo 25 años. En este tiempo, los poderosos nomarcas (gobernadores locales) tenían el control completo de sus distritos, y las facciones en el sur y el norte rivalizaron por el poder. Durante las IX y X Dinastías, los nomarcas cercanos a Heracleópolis controlaron su área y extendieron su poder hacia el norte hasta Menfis (incluso hasta el delta) y hacia el sur, hasta Asiut (Licópolis). Los nomarcas rivales de Tebas establecieron la XI Dinastía, que controlaba el área desde Abidos hasta Elefantina, cerca de Siene (hoy Asuán). La primera parte de esta dinastía, la primera del Imperio Medio, se superpuso a la última etapa de la X Dinastía.
El Imperio Medio
Sin un gobierno centralizado, la burocracia no era efectiva, ya que se impuso la atomización del poder. El arte egipcio se hizo más local, y no se construyó ningún complejo funerario destacado. La religión también se democratizó cuando las clases inferiores reclamaron privilegios que previamente estaban reservados sólo a la realeza. Por ejemplo, podían usar fragmentos extraídos de los Textos de las Pirámides en las paredes de sus ataúdes o tumbas.
Reunificación
Aunque el Imperio Medio (2134-1784 a.C.) se data englobando la XI Dinastía, comienza propiamente con la reunificación del territorio por Mentuhotep II (reinó en 2061-2010 a.C.). Los primeros soberanos de la dinastía intentaron extender su control desde Tebas hacia el norte y el sur a la vez, iniciando un proceso de reunificación que Mentuhotep completó, después del 2047 a.C. Mentuhotep gobernó durante más de 50 años, y a pesar de rebeliones esporádicas, mantuvo la estabilidad y el control en todo el reino. Reemplazó algunos nomarcas y limitó el poder de los nomos, que todavía era considerable. Tebas fue su capital, y su templo funerario en Dayr al-Bahari incorporó elementos tradicionales y religiosos; la tumba se separó del templo y no hubo pirámide.
El reinado del primer faraón de la XII Dinastía, Amenemes I, fue pacífico. Estableció una capital cerca de Menfis y, al igual que Mentuhotep, frenó las pretensiones tebanas y favoreció la unidad nacional. Sin embargo, al importante dios tebano Amón se le otorgó más importancia que a otras divinidades. Amenemes exigió la lealtad de los nomarcas, reorganizó la burocracia y formó un cuerpo de escribas y administradores. La literatura fue predominantemente propagandística y estaba diseñada para fortalecer la imagen del faraón como 'buen pastor' más que como un dios inaccesible. Durante los últimos diez años de su reinado, Amenemes reinó con su hijo como co-regente. La historia de Sinuhé, una obra literaria escrita en el Imperio Nuevo, da a entender que el rey fue asesinado.
Los sucesores de Amenemes continuaron su programa. Su hijo, Sesostris I (reinó entre 1962-1928 a.C.) erigió fortalezas por toda Nubia y estableció relaciones comerciales con el extranjero. Envió gobernadores a Palestina y Siria, y luchó contra los libios en el oeste. Sesostris II, (reinó en 1895-1878 a.C.), comenzó el saneamiento de Fayún. Su sucesor, Sesostris III (reinó entre 1878-1843 a.C.), construyó un canal en la primera catarata del Nilo, formó un ejército permanente (que utilizó en su campaña contra los nubios) y edificó nuevas fortalezas en la frontera meridional. Dividió administrativamente Egipto en tres unidades geográficas, cada una controlada por un oficial bajo la supervisión de un visir y no reconoció a ninguno de los nobles provinciales. Amenemes III continuó la política de sus predecesores y amplió la reforma sobre la propiedad de la tierra.
Los reyes tebanos iniciaron un enérgico renacimiento de la cultura. La arquitectura, el arte y joyería del periodo revelan una extraordinaria delicadeza de diseño, y la época se considera la edad de oro de la literatura egipcia.
Segundo Periodo Intermedio
Los soberanos de la XIII Dinastía, aproximadamente unos 50 en 120 años, fueron más débiles que sus predecesores, aunque todavía mantuvieron el control de Nubia y la administración del gobierno central. Sin embargo, durante la última parte de su reinado, su poder fue puesto a prueba no sólo por la rival XIV Dinastía, que no obtuvo el control sobre el delta, sino también por los hicsos, que invadieron Egipto desde Asia occidental, instalándose en el norte de Egipto. Como el gobierno central entró en un periodo de declive, su presencia hizo posible una entrada masiva de población desde la costa fenicia y Palestina, y el establecimiento de la dinastía hicsa, comenzando el Segundo Periodo Intermedio, una época de confusión que duró unos 214 años. Los hicsos de la XV Dinastía reinaron desde su capital, situada en Avaris, en la parte este del delta, lo que les permitía mantener el control sobre las zonas media y alta del país. Contemporánea a la dinastía hicsa, existió una XVI Dinastía, que reinó en la zona central de Egipto. Un tercer poder coetáneo a los otros dos ejerció la autoridad de forma más independiente sobre el sur, la XVII Dinastía tebana, que dominó el territorio entre Elefantina y Abidos. El soberano tebano Kames (reinó en 1576-1570 a.C.) luchó con éxito contra los hicsos, pero fue su hermano Amosis I quien los derrotó finalmente, reunificando de nuevo Egipto.
El Imperio Nuevo
Con la unificación del territorio egipcio y la fundación de la XVIII Dinastía por Amosis I, comenzó el Imperio Nuevo (1570-1070 a.C.). Amosis restableció los límites, los objetivos y la burocracia del Imperio Medio, y reactivó su programa de aprovechamiento de la tierra. Mantuvo el equilibrio de poder entre los nomarcas y él mismo con el apoyo del ejército. La importancia de la mujer en el Imperio Nuevo se ilustró por los altos títulos y la destacada posición de las esposas y madres de los faraones.
Los Faraones de la XVIII Dinastía
Una vez que Amenhotep I (reinó en 1551-1524 a.C.) tuvo pleno control sobre su administración, fue co-regente durante cinco años y comenzó a extender los límites de Egipto hacia Nubia y Palestina. En una gran construcción en Karnak, Amenhotep, al igual que sus predecesores, separó su tumba de su templo funerario e inició la costumbre de ocultar su última morada. Tutmosis I continuó los avances del Imperio Nuevo y reforzó la preeminencia del dios Amón; su tumba fue la primera en construirse en el valle de los Reyes. Tutmosis II, hijo de su última esposa, le sucedió, casándose con la princesa real Hatshepsut para consolidar su pretensión al trono, manteniendo los éxitos de sus predecesores. Cuando murió en el 1504 a.C., su heredero, Tutmosis III, era todavía un niño, por lo que Hatshepsut gobernó como regente; un año después coronó faraón a Tutmosis, y desde entonces madre e hijo gobernaron conjuntamente. Cuando Tutmosis III se convirtió en el único soberano tras la muerte de Hatshepsut en 1438 a.C., reconquistó Siria y Palestina, que se habían separado con anterioridad, y continuó la expansión territorial del Imperio; sus anales en el templo de Karnak constituyen la crónica de la mayor parte de sus campañas. Casi 20 años después de la muerte de Hatshepsut, ordenó la eliminación de su nombre y sus imágenes de todos los edificios donde habían sido inscritos. Amenofis II (reinó en 1453-1419 a.C.) y Tutmosis IV intentaron mantener las conquistas en Asia a pesar de los intentos de expansión de los reinos de Mitanni y de los hititas, aunque precisó entablar negociaciones y usar la fuerza.
Amenofis III gobernó de forma pacífica durante casi cuatro décadas (1386-1349 a.C.) en las que florecieron el arte y la arquitectura. Mantuvo el equilibrio de poder entre los estados limítrofes con Egipto mediante la diplomacia y edificó el gran templo de Amón en Luxor. Su hijo y sucesor, Amenofis IV, fue un reformador religioso que combatió el poder de los sacerdotes de Amón. Amenofis IV abandonó Tebas por una nueva capital, Akhetaton (la moderna Tell el-Amarna), que fue construida en honor de Atón, el disco solar sobre el que se centró la nueva religión monoteísta. Sin embargo, la revolución religiosa fue abandonada al final de su reinado y su yerno, Tut Anj Amón, volvió a instalar la capital en Tebas. Tut Anj Amón es conocido hoy, sobre todo, por la suntuosidad de su tumba, encontrada prácticamente intacta en el Valle de los Reyes por los arqueólogos británicos Howard Carter y George Herbert, conde de Carnarvon en 1922. La XVII Dinastía terminó con Horemheb (reinó en 1321-1293 a.C.).
El Periodo Ramesida
El fundador de la XIX Dinastía, Ramsés I (reinó en 1293-1291 a.C.) había servido durante el reinado de su predecesor como visir y jefe del ejército. Gobernó sólo dos años y fue sucedido por su hijo Seti I (reinó en 1291-1279 a.C.); dirigió campañas militares contra Siria, Palestina, los libios y los hititas. Seti construyó un santuario en Abidos; al igual que su padre, favoreció la capitalidad del delta, instalando su centro cerca de Tanis. Le sucedió su hijo Ramsés II que reinó durante 67 años. Fue responsable de la mayor parte de las construcciones en Luxor y Karnak, al construir el Ramesseum (su templo funerario en Tebas), los templos esculpidos en la roca en Abu Simbel y los santuarios en Abidos y Menfis. Tras las campañas militares contra los hititas, Ramsés hizo un tratado con ellos y se casó con una princesa hitita. Su hijo Meneptah (reinó entre 1212-1202 a.C.) derrotó a los denominados pueblos del mar, los invasores provenientes del mar Egeo que asolaron el Próximo Oriente en el siglo XIII a.C., hechos narrados en un texto esculpido en una estela donde figura la primera mención escrita conocida del pueblo de Israel. Los posteriores soberanos tuvieron que hacer frente a los levantamientos constantes de las poblaciones sometidas por Egipto.
El segundo soberano de la XX Dinastía, Ramsés III, hizo grabar sus numerosas victorias militares en las paredes de su complejo funerario en Medinet Habu, cerca de Tebas. Tras su muerte, el Imperio Nuevo decayó a causa del creciente poder de los sacerdotes de Amón y del ejército.
Tercer Periodo Intermedio
El Tercer Periodo Intermedio comprende desde la XXI Dinastía hasta la XXIV. Los faraones que gobernaron desde Tanis, en el norte, rivalizaron con los sumos sacerdotes de Tebas, con los que parecían estar relacionados. Los soberanos de la XXI Dinastía puede que hayan tenido antepasados libios, porque fueron jefes libios quienes dieron origen a la XXII Dinastía. Cuando los gobernadores libios entraron en un periodo de decadencia, varios rivales se alzaron en armas para conquistar el poder. De hecho, las XXIII y XXIV Dinastías reinaron al mismo tiempo que la XXII, al igual que la XXV (cusita), la cual controló de forma efectiva la mayor parte de Egipto cuando aún gobernaban la XX y XXIV Dinastías, al final de su mandato.
Baja Época
Los faraones incluidos desde la XXV hasta la XXXI Dinastías gobernaron Egipto durante lo que se conoce como Baja Época. Los cusitas gobernaron desde el 767 a.C. hasta que fueron derrotados por los asirios en el 671 a.C. Se restablecieron los soberanos egipcios a comienzos de la XXVI Dinastía por Psamético I. El resurgir de nuevos logros culturales, reminiscencia de épocas anteriores, alcanzó su plenitud con la XXVI Dinastía. Cuando el último faraón egipcio fue derrotado por Cambises II en el 525 a.C., el país cayó bajo dominio persa durante la XXVII Dinastía. Egipto reafirmó su independencia con las XXVIII y XXIX Dinastías, pero la XXX Dinastía fue la última de soberanos egipcios. La XXXI Dinastía, que no se menciona en la cronología de Manetón, representó el periodo de la segunda dominación persa.
Periodos helenístico y romano
La ocupación de Egipto por las tropas de Alejandro Magno en el 332 a.C. supuso el fin del dominio persa. Alejandro designó al general macedonio Tolomeo, conocido después como Tolomeo I Sóter, para gobernar el país. Aunque se nombraron también dos gobernadores egipcios, el poder estuvo en manos de Tolomeo, quien en pocos años se hizo con el control absoluto del país.
La dinastía de los Tolomeos
La mayor parte de este periodo estuvo caracterizada por las rivalidades con otros generales, que se habían adueñado de las distintas partes del imperio de Alejandro Magno tras su muerte en el 323 a.C. En el 305 a.C. asumió el título real y fundó la dinastía de los Tolomeos. El Egipto de los tolomeos fue una de las mayores potencias del mundo helenístico, y en varias ocasiones extendió su dominio sobre zonas de Siria, Asia Menor, Chipre, Libia, Fenicia y otros territorios.
Debido en parte a que los gobernantes egipcios desempeñaron un papel reducido en los asuntos de Estado durante el periodo de los tolomeos, con frecuencia estallaron revueltas como manifestación del desacuerdo de la población, que fueron rápidamente aplastadas. En el reinado de Tolomeo VI Filométor, Egipto se convirtió en un protectorado dependiente de Antíoco IV de Siria, que invadió con éxito el país en el 169 a.C. Los romanos forzaron a Antíoco a entregarles el país, el cual quedó dividido entre Tolomeo VI Filométor y su hermano menor, Tolomeo VII, que obtuvo el control completo del país a la muerte de su hermano en el 145 a.C.
Los siguientes representantes de la dinastía preservaron la riqueza y la situación de Egipto, pero perdiendo continuamente territorio a favor de Roma. Cleopatra VII fue la última gran soberana de la dinastía de los tolomeos. En un intento para mantener el poder de Egipto se alió con Cayo Julio César y, más tarde, con Marco Antonio, pero estas acciones sólo aplazaron el final del poder egipcio. Después de que sus tropas fueran derrotadas por las legiones romanas mandadas por Octavio (después emperador Cayo Julio César Octavio Augusto), Cleopatra se suicidó en el 30 a.C.
GRECIA ANTIGUA
En el último periodo de la edad del bronce en Grecia (1500-1200 a.C.), el continente fue absorbiendo paulatinamente la civilización cretense. Hacia el 1400 a.C., los aqueos conquistaron y controlaron la isla y poco después también dominaron el continente, en especial la región de Micenas. Debido a las exhaustivas investigaciones de sus ruinas, la ciudad da su nombre a los antecesores aqueos, aunque también destacaron en importancia otras ciudades-estado. La guerra de Troya, descrita por Homero en la Ilíada, dio comienzo alrededor del 1200 a.C. y probablemente fue uno de los conflictos bélicos que ocurrieron en los siglos XIII y XII a.C. Puede que tuviera relación con la última y más importante invasión del norte, que ocurrió en aquel tiempo e introdujo la edad del hierro en Grecia. Los dorios abandonaron las montañas del Epiro y descendieron al Peloponeso y a Creta, utilizando armas de hierro para conquistar y expulsar a los anteriores habitantes de estas regiones. Los dorios derrocaron a los monarcas aqueos y se asentaron sobre todo en las regiones meridionales y orientales de la península. Esparta y Corinto se transformaron en las principales ciudades dóricas. Muchos aqueos buscaron refugio al norte del Peloponeso, zona que más tarde se llamó Aquea. Otros resistieron duramente a los dorios, y tras ser sometidos, fueron reducidos a servidumbre y denominados 'ilotas'. Los que lograron huir se refugiaron en el Peloponeso, se reunieron con sus parientes en Ática y en la isla de Eubea, pero después emigraron al igual que los eolios a las costas de Asia Menor. En los siglos posteriores al 1200 a.C. la progresiva colonización de las costas de Asia Menor, primero por los refugiados procedentes de zonas ocupadas por los dorios y más tarde por los mismos dorios, convirtieron la región en parte política y cultural de Grecia. Por cada una de las tres divisiones étnicas griegas se creó una gran confederación. La parte norte de la costa de Asia Menor y la isla de Lesbos formaban la Confederación Eólica. La Confederación Jónica ocupaba el distrito medio, llamado Jonia, y las islas de Quíos y Samos. Al sur de las islas de Rodas y Cos se estableció una Confederación Dórica. Varios siglos después (750-550 a.C.) el rápido aumento de la población, la escasez de alimentos, el nacimiento de la artesanía y el comercio y otros factores conllevaron una nueva oleada colonizadora. Se fundaron colonias en lugares tan lejanos como la costa oriental del mar Negro y Massilia (actual Marsella, Francia), y tuvieron lugar asentamientos en Sicilia y la parte meridional de la península Itálica. Esta última tenía tal densidad de población griega que se la conocía como la Magna Graecia.
Periodo Helénico
Una vez finalizadas las grandes migraciones al Egeo, los griegos desarrollaron una orgullosa conciencia racial. Se llamaban a sí mismos 'helenos', nombre derivado, según Homero, de una pequeña tribu del sur de Tesalia. El término griegos, empleado por posteriores pueblos extranjeros, provenía terminológicamente de Grecia, nombre en latín de una pequeña tribu helénica del Epiro, con la que los romanos tuvieron contactos. Al margen de la mitología, que era la base de una compleja religión, los helenos desarrollaron una genealogía que remontaba sus orígenes a héroes con carácter semidivino.
A pesar de que los pequeños estados helénicos mantenían su autonomía, seguían un desarrollo similar en su evolución política. En el periodo pre-helénico los jefes de las tribus invasoras se proclamaron monarcas de los territorios conquistados. Entre el 800 y el 650 a.C. estas monarquías se fueron sustituyendo por oligarquías de aristócratas, ya que las familias nobles compraban las tierras y éstas eran la base de todo su poder y riqueza. Cerca del año 650 a.C., muchas de estas oligarquías helénicas fueron sustituidas por plebeyos enriquecidos o aristócratas no afectados, llamados tiranos. La aparición de las tiranías se debió sobre todo a un factor económico. El descontento popular surgido frente a las aristocracias se había convertido en un importante factor político a causa del aumento de la esclavización de los campesinos sin tierras; la colonización y comercio en los siglos VIII y VII a.C. aceleró el desarrollo de una próspera clase de comerciantes, que supieron aprovecharse del gran descontento para reclamar el reparto del poder con los aristócratas de las ciudades-estado.
Las Tiranías
La era de los tiranos griegos (650-500 a.C.) destaca por los avances logrados en la civilización helénica. El título de tirano implicaba el acceso ilegal al poder, no el abuso del mismo. En general, tiranos como Periandro de Corinto, Gelón de Siracusa y Polícrates de Samos (reinó entre 535 a.C.-522 a.C.), fueron gobernantes sabios y populares. El comercio y la artesanía prosperaron. Con el nacimiento de la fuerza política y económica llegó el florecimiento de la cultura helénica, de un modo especial en Jonia, donde empezaba a surgir la filosofía griega con Tales de Mileto, Anaximandro y Anaxímenes. El desarrollo de objetivos culturales comunes a todas las ciudades helénicas fue uno de los factores que dieron cierta cohesión a la antigua Grecia a pesar de la división política existente. En este sentido contribuyó la lengua griega, cuyos muchos dialectos se entendían en cualquier parte del país o en cualquier colonia. El tercer aspecto a tener en cuenta fue la religión griega que todos los helenos compartían: el santuario de Delfos fue el mayor y más respetado. En torno a la religión, los griegos también tenían cuatro festivales nacionales, llamados juegos (los olímpicos, los ístmicos, los pitios y nemeos). Los Juegos Olímpicos eran tan importantes que muchos griegos remontan sus cálculos históricos a la Primera Olimpiada (el periodo de cuatro años entre la celebración de los Juegos Olímpicos) celebrada en el año 776 a.C. Relacionada con la religión, en origen al menos, estaba la Liga de Anfictionía, organización de tribus helenas que se creó para la protección y administración de los santuarios.
De la democracia a la Monarquía
Las ciudades-estado se unificaron en cierta medida. Entre los siglos VIII y VI a.C., Atenas y Esparta se habían convertido en las dos ciudades hegemónicas de Grecia. Cada uno de estos grandes estados absorbió a sus débiles vecinos en una liga o confederación dirigida bajo su control. Esparta, estado militarizado y aristocrático, estableció su poder a base de conquistas y gobernó sus estados súbditos con un control muy estricto. La unificación del Ática, por el contrario, se realizó de forma pacífica y de mutuo acuerdo bajo la dirección de Atenas; se otorgó la ciudadanía ateniense a los habitantes de las pequeñas ciudades. Los nobles, o eupátridas, abolieron en el 638 a.C. la monarquía hereditaria y gobernaron Atenas hasta mediados del siglo VI a.C. Los eupátridas retuvieron autoridad plena gracias a su poder supremo para disponer de la justicia, a menudo de forma arbitraria. En el 621 a.C. el político Dracón (finales del siglo VII a.C.) codificó la ley ateniense, por la que el poder judicial de los nobles quedaba limitado. Un segundo revés para el poder hereditario de los eupátridas fue el código del político y legislador ateniense Solón de 594 a.C., que no era sino una reforma del código draconiano y que otorgaba la ciudadanía a las clases bajas. Durante el brillante y prudente mando del tirano Pisístrato, las formas de gobierno empezaron a adoptar elementos democráticos. Hipias e Hiparco, hijos de Pisístrato, heredaron el poder de su padre pero fueron más déspotas. Hipias, que murió después que su hermano, fue expulsado por una insurrección popular en el 510 a.C. Durante el consiguiente conflicto político, los partidarios de la democracia obtuvieron, bajo el mando del político Clístenes de Sicyón, la victoria total y, alrededor del 502 a.C. comenzaba una nueva etapa política, basada en principios democráticos. El comienzo del gobierno democrático supuso el más brillante periodo de la historia de Atenas. Florecieron el comercio y la agricultura. Más aún, el centro de las artes y la cultura intelectual, que entonces estaba en las ciudades de la costa de Asia Menor, pronto se trasladó a Atenas.
Las Guerras Médicas
Creso, rey de Lidia, conquistó las colonias griegas de Asia Menor en el 560 a.C., en la primera parte de su reinado (560 a.C.- 546 a.C.). Creso fue un gobernador moderado, respetuoso con los helenos y aliado de Esparta; el gobierno lidio estimuló la vida económica, política e intelectual de las colonias. En el 546 a.C., Creso fue expulsado del trono por Ciro II el Grande, rey de Persia. A excepción de la isla de Samos, que se defendió con tenacidad, las ciudades griegas de Asia y las islas costeras pasaron a formar parte del Imperio persa.
En el 499 a.C., Jonia, ayudada por Atenas y Eretria, se volvió contra Persia. Los rebeldes tuvieron éxito, en principio, y el rey Darío I el Grande de Persia juró vengarse. Sofocó la revuelta en el 493 a.C. y, tras saquear Mileto, restableció su control absoluto sobre Jonia. Un año después, Mardonio, yerno del rey, condujo una gran flota persa para conquistar Grecia, pero casi todas sus naves fueron hundidas en el cabo de Athos. Al mismo tiempo, Darío envió emisarios a Grecia para pedir muestras de sumisión a todas las ciudades-estado. Aunque la mayoría de los pequeños reinos consintieron, Esparta y Atenas se negaron y mataron a los emisarios persas en señal de desafío. Darío, encolerizado por tal ofensa, así como por la pérdida de su flota, preparó una segunda expedición que partió en el 490 a.C. Después de destruir Eretria, el ejército persa avanzó hacia la llanura de Maratón, cerca de Atenas. Los dirigentes atenienses pidieron ayuda a Esparta, pero el mensaje llegó durante la celebración de un festival religioso que prohibía a los espartanos abandonar la ciudad. Sin embargo, el ejército ateniense, bajo el mando de Milcíades el Joven, obtuvo una increíble victoria sobre una fuerza persa tres veces mayor que la suya.
Inmediatamente Darío dispuso una tercera expedición; su hijo, Jerjes I, quien le sucedió en el 486 a.C., reunió uno de los mayores ejércitos de toda la época antigua. En el 481 a.C., los persas cruzaron sobre un puente de naves el estrecho del Helesponto y marcharon en dirección al sur. La primera batalla tuvo lugar en el paso de las Termópilas, en el 480 a.C., donde el rey espartano Leónidas I y varios miles de soldados defendieron heroicamente el estrecho paso. Un traidor griego condujo a los persas a otro paso que permitía a los invasores acceder al primero por la retaguardia espartana. Leónidas permitió a la mayoría de sus hombres retirarse, pero él y una fuerza de 300 espartanos y 700 téspidas resistieron hasta el final y fueron aniquilados. Los persas marcharon entonces sobre Atenas e incendiaron la ciudad abandonada. Mientras, la flota persa persiguió a la griega hasta Salamina, isla situada en el golfo de Egina (hoy, golfo Sarónico), cerca de Atenas. En la contienda naval que siguió, menos de 400 barcos griegos, al mando del político y general ateniense Temístocles, derrotaron a 1.200 embarcaciones persas. Jerjes I, que había presenciado la batalla desde su trono de oro en una colina sobre el puerto de Salamina, huyó a Asia. Al año siguiente, 479 a.C., el resto de las fuerzas persas fueron destruidas en Platea y los invasores fueron expulsados definitivamente.
Hegemonía de Atenas
Como resultado de su brillante liderazgo durante las guerras médicas, Atenas se convirtió en el estado más influyente de Grecia. Más aún, las guerras demostraron la creciente importancia de su poder naval, especialmente tras la batalla de Salamina. Esparta, hasta entonces el mayor poder militar de Grecia, perdió su prestigio en favor de la flota ateniense. En el 478 a.C., un gran número de estados griegos formaron una alianza voluntaria, la Liga de Delos, para expulsar a los persas de las ciudades griegas de Asia Menor. Atenas encabezó la alianza. Las victorias de la Liga, al mando del general Cimón, liberaron las costas de Asia Menor del dominio persa. No obstante, Atenas extendió su poder sobre otros miembros de la Liga de tal manera que, más que en sus aliados, se convirtieron en sus súbditos. Los atenienses exigieron un tributo a sus antiguos confederados y cuando Naxos intentó retirarse de la Liga, las fuerzas atenienses arrasaron la ciudad.
El periodo de hegemonía ateniense durante el siglo V a.C. es denominado como la 'Edad de Oro de Atenas'. Bajo el mando de Pericles, la ciudad alcanzó su máximo esplendor. La Constitución, reformada hacia una democracia interna, contenía cláusulas tales como el pago por los servicios del jurado, lo que permitía a los ciudadanos más pobres ser parte de tal institución. Pericles se propuso hacer de Atenas la ciudad más bella del mundo.
Se construyeron el Partenón, el Erecteion, y otros grandes edificios. El teatro griego alcanzó su máxima expresión con las obras trágicas de hombres como Esquilo, Sófocles y Eurípides, y el autor de comedias Aristófanes. Tucídides y Heródoto fueron famosos historiadores, y el filósofo Sócrates fue otra figura de la Atenas de Pericles, quien hizo de la ciudad un centro artístico y cultural sin rival.
Guerra del Peloponeso
A pesar de la excelente situación interna de la ciudad, la política exterior de Atenas no era buena. Surgieron fricciones entre los descontentos miembros de la Liga de Delos, supervisada por Atenas; Esparta además envidiaba tal esplendor. Desde el 550 a.C. se había fundado otra liga entre las ciudades del Peloponeso dominada por Esparta. Esta Liga del Peloponeso empezó a oponerse a Atenas activamente. En el 431 a.C., se produjo el enfrentamiento entre Atenas y Esparta con motivo de la ayuda ateniense a Corcyra (hoy Corfú) durante la disputa que ésta mantenía con Corinto, aliado de Esparta. La Guerra del Peloponeso, sostenida entre las dos grandes confederaciones, duró hasta el 404 a.C. y concluyó con el establecimiento de la hegemonía espartana sobre Grecia. Al final de la guerra, Esparta promovió la oligarquía llamada de los Treinta Tiranos para gobernar Atenas. Se crearon similares cuerpos regentes en las ciudades e islas de Asia Menor. Pronto el dominio espartano se mostró más duro y opresivo que el de Atenas. En el 403 a.C., los atenienses, bajo Trasíbulo, se sublevaron y expulsaron a la guarnición espartana que había apoyado a los oligarcas, y restauraron la democracia y la independencia. Otras ciudades griegas también se rebelaron contra la hegemonía espartana.
Nuevas Alianzas
Los estados griegos empezaron a buscar por separado la ayuda de su tradicional enemigo, Persia. En el 399 a.C., los ejércitos persas saquearon la costa de Asia Menor, provocando que Esparta enviara un ejército. Aunque éste tuvo cierto éxito, se vio obligado a regresar en el 395 a.C. para hacer frente a la coalición de Argos, Atenas, Corinto y Tebas. El conflicto que siguió, las Guerras Corintias, continuó por medio de pequeñas contiendas y escaramuzas hasta el 387 a.C., cuando Esparta, aliada de Persia, impuso la Paz de Antálcidas sobre sus discrepantes estados súbditos. Según las condiciones del asentamiento persa-lacedemonio, se cedía toda la costa oeste de Asia Menor a Persia y se otorgaba la autonomía a las ciudades-estado de Grecia. A pesar del acuerdo, Esparta invadió Tebas en el 382 a.C. y tomó la ciudad de Olinto, al norte. El general de Tebas Pelópidas, respaldado por Atenas, dirigió tres años después un levantamiento que expulsó a las fuerzas de ocupación espartanas. La guerra entre Esparta y Atenas, aliada con Tebas, continuó y llegó a su fin con la batalla de Leuctra, en el 371 a.C., en la que los tebanos, al mando de Epaminondas, derrotaron por completo a sus enemigos y pusieron fin definitivamente a la dominación espartana. Tebas, en virtud de su victoria, se convirtió en el primer estado de Grecia, e inauguró un periodo de malestar civil y miseria económica resultado de las luchas previas. Atenas, en concreto, se negó a someterse a la supremacía de Tebas y, en el 369 a.C., se alió con Esparta. Para mayor inseguridad, la hegemonía de Tebas dependía principalmente de la brillante regencia de Epaminondas y cuando éste murió en la batalla de Mantinea (362 a.C.), Tebas se vio privada de su breve hegemonía.
Supremacía de Macedonia
Durante este periodo de luchas por la hegemonía en Grecia, Macedonia, al norte de Tesalia, comenzaba su política de expansión. Filipo II, rey de Macedonia en el 359 a.C., gran admirador de la civilización griega, era consciente de su gran debilidad y la falta de unidad política macedonia. Inmediatamente después de subir al trono, Filipo anexionó las colonias del sur de Grecia, en la costa de Macedonia y Tracia, y se propuso convertirse en el dueño de la península. Su astucia en las artes políticas y el apoyo de las fuerzas macedonias contribuyeron al logro de sus ambiciones, a pesar de la oposición de muchos políticos griegos, liderados por el ateniense Demóstenes. En el 338 a.C., Filipo era lo suficientemente poderoso como para convocar un congreso de todos los estados griegos en el que reconocieron la superioridad de Macedonia en la península y nombraron a Filipo comandante en jefe de las fuerzas griegas. Un año después, un segundo congreso declaraba la guerra a Persia, su enemigo tradicional. Filipo empezó a preparar la campaña en Asia, pero fue asesinado en el 336 a.C. Su hijo, Alejandro III el Magno, de veinte años, se convirtió en su sucesor.
En el 334 a.C., Alejandro se dispuso a invadir Persia. Durante los siguientes diez años, sus conquistas propagaron la influencia, cultura y lengua griegas por el imperio de Macedonia, que se extendía hasta el norte de India y hasta Egipto. Al morir Alejandro en el 323 a.C., la cultura griega se había extendido por la mayor parte del antiguo mundo.
Periodo Helenístico
Cuando Alejandro murió, los generales macedonios iniciaron entre ellos el reparto de su vasto imperio. Los desacuerdos surgidos por esta división provocaron una serie de guerras entre los años 322 a.C. y 275 a.C., muchas de las cuales tuvieron lugar en Grecia. Por ello, una de las características de este periodo que abarca desde la muerte de Alejandro hasta la conversión de Grecia en provincia romana en el 146 a.C., fue el deterioro como entidades políticas de las ciudades-estado griegas, además del progresivo declive de la independencia política en conjunto.
No obstante, el periodo helenístico estuvo marcado por el triunfo de Grecia como fuente de cultura y, como resultado de las conquistas de Alejandro, se adoptó su estilo de vida en todo el mundo antiguo.
Los Diádocos
De los reinos establecidos por los generales de Alejandro, llamados 'diádocos' (en griego, diadochos, 'sucesor'), los más importantes eran los de Siria, bajo la dinastía Seléucida, y Egipto, bajo la Tolemaica. La capital del Egipto tolemaico, Alejandría, fundada por Alejandro en el 332 a.C., se convirtió en foco de rivalidades culturales, a veces superando la importancia de Atenas en ese campo. Cada rincón del mundo heleno se dedicó al cultivo de las artes y las actividades intelectuales. Algunos sabios como los matemáticos Euclides y Arquímedes, los filósofos Epicuro y Zenón de Citio, y los poetas Apolonio de Rodas y Teócrito, pertenecen a esta época.
En el 290 a.C., las ciudades-estado de Grecia central se unieron en la Liga Etolia, una poderosa confederación militar que había sido inicialmente organizada bajo el reinado de Filipo II por las ciudades de Etolia para su mutua protección. Una segunda organización de similares características, la Liga Aquea, se convirtió en el 280 a.C. en la confederación suprema de las ciudades al norte del Peloponeso. Más tarde se unieron otras ciudades. Sendas alianzas estaban destinadas a proteger al resto de los estados griegos del dominio del reino de Macedonia. La Liga Aquea se hizo mucho más poderosa que su rival e intentó conseguir el control de toda Grecia. Encabezada por el general y político Arato de Sición, inició un conflicto con Esparta que no se había aliado con ninguna de las dos. La Liga fue inicialmente vencida, pero, contradiciendo su primera intención, pidió ayuda militar a Macedonia; la Liga consiguió vencer entonces a Esparta, pero a costa de caer bajo el dominio de Macedonia.
Dominación Romana
En el 215 a.C., Roma empezó a interferir en los asuntos de Grecia. Filipo V de Macedonia se alió con Cartago contra Roma, pero los romanos, con el apoyo de la Liga Etolia, vencieron a las fuerzas macedonias en el 206 a.C., y consiguieron importantes posiciones en Grecia. Roma, apoyada por ambas ligas, derrotó nuevamente a Filipo V en el 197 a.C. en la batalla de Cinoscéfalos, y Macedonia, totalmente sometida, aceptó pactar la paz con Roma y reconocer la independencia de los estados griegos, los cuales, sin embargo, sólo cambiaron un dominador por otro. En un último intento desesperado por liberarse, los miembros de la Liga Aquea resistieron a las demandas de Roma en el 149 a.C. Hubo una nueva guerra que terminó con la destrucción de Corinto a manos de las legiones romanas en el 146 a.C. Las Ligas Etolia y Aquea fueron disueltas y Grecia fue anexionada en su totalidad por Roma, que creó la provincia romana de Macedonia, cuyo procónsul extendía su autoridad al resto de Grecia. Sólo Atenas, Esparta y Delfos escaparon a esta situación, convirtiéndose en ciudades federadas.
Grecia Romana
Durante los sesenta años posteriores al 146 a.C., Roma administró Grecia. En el 88 a.C., cuando Mitrídates VI Eupátor, rey del Ponto, empezó su campaña para conquistar los territorios controlados por los romanos, se encontró con que muchas ciudades griegas apoyaban a un monarca asiático que les había prometido ayudarles a recuperar su independencia. Las legiones romanas, bajo el mando de Lucio Cornelio Sila expulsaron a Mitrídates de Grecia y sofocaron la rebelión saqueando Atenas, en el 86 a.C., y Tebas un año después. Roma castigó duramente a las ciudades rebeldes y las campañas realizadas en suelo griego dejaron el centro de Grecia en ruinas. Atenas seguía siendo foco intelectual y de la filosofía, pero su comercio prácticamente desapareció. En el 22 a.C., el primer emperador romano, Augusto, separó Grecia de Macedonia e hizo de la primera la provincia de Aquea.
Recuperación Griega
El renacimiento griego tuvo lugar bajo el Imperio romano, durante los primeros siglos de la era cristiana y en especial durante el reinado del emperador Publio Elio Adriano. Junto a su contemporáneo, el cónsul Tiberio Claudio Herodes Ático, Adriano embelleció Atenas y restauró muchas de las ciudades en ruinas. Pero a mediados del siglo III d.C., los pueblos germánicos pudieron comprobar este renacimiento y en 267-268 invadieron la península, conquistaron Atenas y destruyeron las ciudades de Argos, Corinto y Esparta.
A partir del 395, el Imperio romano quedó dividido en el Imperio romano de Occidente y el Imperio romano de Oriente o Bizantino, que comprendía toda Grecia y la región del Egeo y se caracterizaba por el sincretismo de la cultura helénica, influencias orientales del Oriente Próximo y cristianismo. Grecia se transformó en una provincia abandonada y oscura. Desde el siglo VI hasta el VIII, sucesivas invasiones de visigodos, ostrogodos, hunos, eslavos y ávaros procedentes del norte ocuparon la península, en especial Iliria y Tracia.
Ducado de Atenas
En el siglo XIII, la cuarta Cruzada interrumpió el progreso del Imperio bizantino. Constantinopla cayó en manos de los cruzados en el año 1204, y sus conquistadores, tras saquear la capital, establecieron el Imperio Latino. Dividieron la península de Grecia en principados territoriales feudales, entre los que destacaban el ducado de Atenas. El Imperio Latino cayó en 1261 con la reconquista de Constantinopla por el emperador bizantino Miguel VIII Paleólogo. Durante los siguientes dos siglos, el ducado de Atenas estuvo controlado sucesivamente por franceses, españoles e italianos. El tribunal de Atenas era uno de los más brillantes de la Europa del siglo XIV.
Ocupación Otomana
En 1453, Mehmet II el Conquistador, sultán del Imperio otomano, conquistó Constantinopla y dirigió su atención hacia el Peloponeso y el Ática; en el 1460, ambas territorios habían sido anexionadas al Imperio otomano.
Durante los dos siglos posteriores, los turcos expulsaron a venecianos y demás potencias extranjeras de los restantes enclaves que éstos mantenían en la costa de Grecia y sus islas. Este proceso terminó con la incorporación turca de Creta en 1691. Durante un breve periodo (1699-1718), la República de Venecia retomó su control sobre el Peloponeso, pero el resto de Grecia permaneció bajo el dominio otomano hasta el siglo XIX.
El dominio turco llegó a ser corrupto e incluso cruel. Sin embargo, los griegos tenían una posición relativamente privilegiada dentro del Imperio. El patriarca de Constantinopla era la cabeza espiritual de la Iglesia ortodoxa. Muchos fanariotas —llamados así por el nombre del barrio homónimo en Constantinopla— tuvieron puestos de influencia como administradores otomanos y consejeros políticos.
ROMA
Según la leyenda, la ciudad fue fundada por Rómulo (y su hermano Remo, según algunas versiones) en el año 753 a.C. Aunque las pruebas arqueológicas indican que existió vida humana en este lugar con anterioridad, un extenso asentamiento humano bien podría datar de esta fecha. Se han encontrado en la colina Palatina muestras de una aldea de la edad del hierro, de mediados del siglo VIII a.C. La leyenda del rapto de las sabinas y la consiguiente fusión de romanos y sabinos, también se apoyan en restos arqueológicos constatados.
La antigua Roma era un reino basado en dos estamentos, los patricios (nobles) y los plebeyos, que carecían de derechos civiles y políticos. El Senado, o Consejo de Ancianos, elegía a los monarcas y limitaba su poder.
La República de Roma
Desde el siglo VII hasta el siglo VI a.C., los reyes etruscos dominaban Roma pero hacia el 510 a.C. se estableció la República cuando el último monarca, Tarquino el Soberbio, fue destronado. A partir de entonces Roma empezó a absorber las regiones periféricas. A raíz de la invasión gala a principios del siglo IV a.C., se construyó alrededor de la ciudad la llamada Muralla Servia. El primer acueducto de Roma se construyó en el siglo 312 a.C.; al mismo tiempo, se construyó la vía Apia (Via Appia) que enlazaba la ciudad con el sur de Italia. Roma siguió expandiéndose tanto durante como después de las Guerras Púnicas (264-146 a.C.). Durante este tiempo, se construyó la primera basílica en el 184 a.C., en el Foro.
Tras los asesinatos (en el 133 y el 121 a.C.) de los hermanos Tiberio y Cayo Sempronio Graco, quienes habían intentado llevar a cabo una reforma agraria que permitiera acceder a la posesión de tierras a los plebeyos, la ciudad experimentó un periodo de inestabilidad que llegó a su cénit con las guerras civiles del siglo I a.C. Por último, Julio César se convirtió en dictador e instituyó una serie de reformas. El Foro se había sobrecargado de edificios y monumentos, por lo que procedió a su ampliación creando el Foro de César y se completó con Augusto, primer emperador, quien también construyó el Foro de Augusto.
El Imperio de Roma

A comienzos de este periodo, Roma se había convertido en el centro del Imperio y de ella partía el sistema de carreteras que ponía en contacto las diferentes regiones del Imperio, por lo que bien podía ser considerada como la capital del mundo. Esta vasta aglomeración estaba dotada de abastecimiento de agua y red de alcantarillado, pero sobrepoblados vecindarios de gentes pobres eran causa de frecuentes incendios. El emperador Augusto instituyó las vigilias, o bomberos con poderes policiales. Además, a excepción de la noche, no se permitía circular a los vehículos por las calles y se aprobó una ley que restringía la altura máxima de los edificios. A pesar de todo, en el 64 d.C., un desastroso incendio destruyó gran parte del centro de la ciudad. Para Nerón, emperador entonces en el poder, esta fue la oportunidad de construir su palacio de la Casa Dorada.
La dinastía Flavia (69-96 d.C.), inició para ganarse el favor del pueblo romano un programa de obras públicas; la más destacada de éstas fue el anfiteatro conocido como Coliseo, donde se representaban juegos entre gladiadores e incluso batallas navales (naumaquias) en el escenario, que eran enormemente populares. En aquel tiempo la industria a gran escala en Roma era escasa o nula y no se generaba trabajo suficiente para tanta población, de ahí que para evitar revueltas populares fuera frecuente la distribución de alimentos entre el pueblo y la celebración de espectáculos gratuitos en el Coliseo, manteniendo así la política de 'pan y circo' que comenzó en la época republicana. También eran frecuentes las representaciones gratuitas en teatros públicos.
El emperador Trajano mandó construir a principios del siglo II el último de los foros imperiales. Por entonces, los baños termales, algunos incluso con bibliotecas, se habían convertido en una parte esencial de la vida de la ciudad; los más grandes fueron las termas, construidas por Caracalla y Diocleciano en el siglo III. Puesto que el declive llamaba a las puertas del Imperio, se construyó en el siglo III otra muralla rodeando la ciudad. En el siguiente siglo, no obstante, era obvio que la corte imperial tendría que estar más próxima a la frontera. El emperador Constantino I el Grande fundó la ciudad de Constantinopla para ser la 'nueva roma' cristiana. Aunque entonces Roma empezaba a deteriorarse seriamente, se construyeron en este periodo las primeras basílicas cristianas más importantes, entre ellas la de San Pedro.
El Declive de la Ciudad
En el 410 y nuevamente en el 455 las tribus germanas saquearon la ciudad. A la vista del creciente caos, se intentó preservar el plan físico original de la ciudad pero la ocupación de los ostrogodos en el siglo VI, la siguiente reocupación bizantina y el fenómeno destructivo contribuyeron a precipitar el declive y la reducción de la población. No obstante, la ciudad fue sede del papado y se mantuvo cierto número de habitantes. Con el papa Gregorio I se pudo frenar por un tiempo esta decadencia, pero pronto se convertiría en campo de batalla; en el siglo IX la situación tocó fondo cuando los árabes atacaron los alrededores de la ciudad, incluso el territorio papal. Durante la edad media, los barrios edificados disminuyeron hasta que quedaron confinados a las orillas del Tíber, donde se disponía de agua. Sólo uno de los antiguos acueductos sigue hoy en funcionamiento.

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Claudio Villarroel Vidal cvillarroelvidal@gmail.com Deja tu comentario u aporte.