9 de abril de 2009

Manual Básico de Historia Antigua














Manual Básico de Historia Antigua

Historia de Grecia

Nuestra sociedad recibió un extenso legado cultural de la antigüedad griega, del que sin duda la idea de la Democracia política es una de los más importantes e interesantes que podemos estudiar. Algunas polis griegas, hace más de 2.500 años, determinaron una creación política original en que los asuntos públicos, de común interés, eran debatidos y decididos por todos los ciudadanos, aquellos considerados como homoioi, es decir, iguales. Es este rasgo que caracteriza a las sociedades democráticas modernas y constituye el principal legado del mundo griego.

Este sistema de organización política, novedoso para el siglo V antes de Cristo, marco la diferencia respectos de otras formas de gobiernos desarrolladas hasta entonces: los gobiernos monárquicos desarrollados por una rey, generalmente un cargo hereditario; y gobiernos aristocráticos, dirigidos por un segmento de la sociedad que deseaba defender sus privilegios y beneficios administrando un Estado. La Democracia se convirtió en un modelo de vida política para la comunidad de hombres que habita el escenario de la ciudad, y hoy es la norma para la convivencia entre los integrantes de la sociedad occidental. Y ese modelo de sociedad ha perdurado desde el siglo XVIII, intentanto perfeccionarse cada día más. Desde entonces muchas mujeres y hombres han dado su vida por conservar y defender sus valores, por lo que hoy la Democracia es nuestra más preciada herencia de la Historia.

Como ves, la Democracia no es una idea nueva, y el legado de la cultura griega no es solo un montón de piezas de un museo que esperan el paso del tiempo. Son elementos vivos, que no han dejado de formar parte de la cultura occidental desde hace muchísimo tiempo. Lo podemos observar y reconocer en nuestro entorno. Nuestra tarea es cuidar y valorar nuestra Democracia, y reconocer en ella el aporte que griegos hicieron hace 25 siglos en cada uno de nosotros.

Navegantes y colonos: Los albores de la civilización griega y su expansión

La Grecia Clásica se desarrolló fundamentalmente a partir del siglo VIII a. C. Sin embargo, los pueblos que conformaron la civilización de los helenos ya tenían más de dos milenios de historia. Para los investigadores, los primeros siglos de su historia son un período oscuro, principalmente por las pocas fuentes de información. Entre ella las más destacadas son los poemas homéricos, que constituyen narraciones épicas de los primeros griegos; sus conflictos y la intervención de sus dioses en los asuntos humanos.

La cultura griega es el resultado de la mezcla de diversos pueblos con sus respectivos aportes culturales. Estos hechos son los que estudiaremos a continuación.

La civilización minoica, ancestros del mundo griego

Ubicada en el centro del Mediterráneo, la isla de Creta fue el escenario de una cultura que entre los siglos XVI y XIII a. C. contaba con palacios y pequeñas aldeas de agricultores y pescadores, quienes subsistían fundamentalmente por la agricultura, el desarrollo de industrias como la alfareria y la metalurgia, y la práctica del comercio marítimo que controlaba un activo intercambio con Egipto, Asia Menor (la actual Turquía) y la península griega, sustentado en el tráfico de granos, aceites, alfarería y artículos de metal. La sociedad minoica estaba dirigida por un monarca, autoridad que concentró el poder político y que plasmó su poder en bellos palacios finamente decorados, como el de Cnosos.

Su momento de mayor explendor cultural fue alrededor del 1700 a. C., pero entre los años 1600 y 1560 a. C. un terremoto fue el trágico corolario a sus logros culturales y el inicio de declive. Más tarde, cerca del año 1400 a. C., la isla fue invadida por guerreros provenientes de la Península griega, quienes incorporaron a Creta dentro de la órbita de su propio reino.

El Reino de Micenas, la civilización continental que miró hacia el mundo Egeo

A la decadencia comercial de Creta le sucedió en importancia la ciudad de Micenas, ubicada en la península del Peloponeso. Eran los herederos de la refinada cultura minoica., aunque ya habitaban la península hacia el año 1700 a. C., y poseían una tradición guerrera que llevó a la región prácticas como la construcción de fortalezas, el uso del carro de guerra y nuevas armas. A esta civilización pertenecían los pueblos Aqueos y jonios, a los que se agregó el pueblo de los dorios, procedentes de las planicies indoeuropeas, alrededor del año 1150 a. C., poniendo fin a la civilización micénica. Los dorios eran poseedores de armas elaboradas en hierro superiores a las armas de bronce de los micenos, razón por la que rápidamente se impusieron militarmente, dominando la región.

Los micénicos organizaron su sociedad en diversos reinos sustentados en el comercio marítimo y en la tributación a sus reyes de productos agrícolas que efectuaban las comunidades de agricultores subordinados a ellos. La principal autoridad política era la figura de un rey guerrero (wanax), asesorado por muchos funcionarios y un consejo de ancianos, los gerontes. La sociedad micénica era una sociedad basada en una férrea estamentalidad cuya cúspide la ocupaba una aristocracia guerrera. También fue una sociedad esclavista, es decir, se delegaba parte importante de sus actividades productivas en sujetos privados de libertad y sin derechos políticos y civiles.

La riqueza de Micenas se fundó particularmente en el comercio marítimo, en tanto con sus naves llegaron a lugares tan alejados como las costas de lo que hoy son España, Italia y Medio Oriente. La decadencia del reino de Micenas alcanzó su momento crítico en el siglo XII a. C. principalmente por el fin del comercio marítimo que había unido al Mediterráneo.

Las invasiones sobre los Balcanes, la llegada de nuevos pueblos

En un largo proceso de migración desde las extensas planicies indoeuropeas hasta las regiones de Mesopotamía y Grecia, una serie de pueblos como los dorios, jonios y eolios, irrumpieron en el escenario europeo, generando al mismo tiempo un proceso de destrucción del orden micémico, cuya población debió replegarse a las islas del mar Egeo y las costas de Jonia.

La invasión del pueblo de los dorios sumió a Grecia en un período oscuro de su historia entre los siglo XIII y VIII a. C., principalemente por el fin de la unidad comercial del mar Mediterráneo proporcionada por los micenos. Los investigadores de la historia de Grecia han denominado al período como “edad media” griega, ya que su cultura se sumió en un período en que predominó la tradición guerrera por sobre la vieja tradición artística refinada.

Esta situación generó un empobrecimiento general producto de la reducción del comercio en el Mediterráneo, que redundó en un aislamiento de otras regiones de importante desarrollo cultural y el aislamiento de las diversas regiones de Grecia, antiguamente unidas por el comercio, y que tuvieron que regresar a la ganadería y la agricultura para obtener su sustento. Otra consecuencia social es la consolidación de una aristocracia militar doria, caracterizada por sus armas de hierro y por su cultura guerrera.

Estos pueblos fueron quienes, en el transcurso de 300 años -entre el 1200 y el 900 a. C.-, se establecieron en las distintas zonas de la península de los Balcanes: los dorios en la zona central y el Peloponeso, los eolios en las islas del mar Egeo y los jonios en el Atica.

Las consecuencias de este proceso de migración fueron diversas. Se puso fin a la vieja unidad micénica, disgregandola en múltiples comunidades que terminaron por configurar las polis, ciudades- estados, formadas por una población que nace por una asociación de pequeñas comunidades que buscan proporcionarse una seguridad común, y que terminó por crear un modelos de organización político-social que fue el centro de la vida moral, intelectual, estética y social de los helenos.

El territorio fue dominado por estos nuevos pueblos, quienes a través de los siglos sintetizaron las culturas del escenario del mar Egeo, conformando lo que hoy conocemos como la cultura y el pueblo griego, del que, desde antes, ya existían evidencias lingüísticas que se presumen procedentes de la estepa indoeuropea, y que llegó a Grecia en los movimientos colonizadores de la península de los Balcanes, en los grupos de jonios, aqueos y dorios.

La cultura griega

Desde antes del siglo VIII a. C. ya estaba configurada la cultura griega. Del proceso de invasiones y convivencia de pueblos surgió la mezcla de culturas y emergió una organización social cerrada y excluyente que se caracterizó por el orden estamental de la sociedad, donde agricultores, comerciantes, hombres libres dedicados a las artes y las artesanías, y los esclavos, poseían una ubicación inamovible dentro de ella.

La sociedad se organizó en torno a la agricultura, la ganadería y al desarrollo de un incipiente comercio. La casta guerrera conquistadora se transformó en el grupo de los Aristoi -los mejores-; una casta terrateniente que concentró en sus manos la propiedad de la tierra económicamente productiva, así como algunas industrias que producían bienes que hacían posible el comercio con otras regiones, como la cerámica, la metalurgia y diversos productos de la tierra.

La sociedad aristocrática de las polis no fue siempre pacífica, muchas veces las polis entraron en ribalidades por la conquista de nuevos territorios, así como de población para que trabajaran para sus Estados en calidad de esclavos. Las necesidades defensivas de las polis llevó a enrrolar a un mayor contingente para servir en sus ejercitos, lo que sirvió a los integrantes del pueblo, como agricultores y comerciantes, como factor de ascenso social que rompió la rígida condición de la sociedad aristocrática. El predominio de los señores dueños de extensas fincas se vio afectado, en el transcurso del siglo VIII a. C, por la mayor ingenencia de los militares en los asuntos políticos y sociales. Estos eran los que conformaban el contingente de hoplitas, una infantería conformada por hombres libres, equipados con celada, coraza y escudo, y armados de lanza, espada o arco.

Sus reivindicaciones apuntaban hacía un reparto más equitativo del poder, mejor distribución de la propiedad de la tierra y redacción de constituciones y códigos legales, para evitar el manejo arbitrario de las normas establecidas por la tradición y que funcionaban como leyes consuetudinarias. Las ancias de ascenso social de grupos postergados bajo el orden aristocrático llevó al desarrollo de una gran tensión social, principalmente gestada por la concentración de las tierras agrícolamente productiva en manos de la aristocracia terrateniente, así como la acentuación de la pobreza, el endeudamiento y la falta de tierras, generada en parte por el aumento de la población, todo lo cual llevó a buscar nuevas posibilidades para agricultores y comerciantes fuera de los territorios de la península.

La cultura griega se expande por las costas del Mediterráneo: la gran colonización

Se inició un segundo proceso de colonización, que se extendió entre los siglos VIII y VI a. C., esta vez mucho más planificado que el anterior. Perseguidos políticos, jóvenes solteros, hijos segundones, comerciantes y campesinos fueron repartiéndose por numerosas colonias en las costas del Mediterráneo: las actuales Italia, Libia, Turquía, España, Egipto y Siria recibieron a estos colonos, que bajo el mando de un oikistés establecían primeramente emporias, es decir, asentamientos comerciales o factorías. Por lo general estas colonias se mantuvieron independientes de su polis de origen, la metropolis, llevando a cabo un importante desarrollo comercial y de producción agrícola, artesanal y metalúrgica. Sus relaciones con las poblaciones nativas variaron mucho, dándose tanto colaboración, aislamiento y esclavización por parte de los nuevos habitantes.

En esta experiencia de difusión cultural griega por las costas de mar Mediterráneo, los helenos desarrollaron un sentido de identificación y pertencia a su cultura, a la Hélade. A pesar de estar dispersos en una vasta área geográfica, todos estos asentamientos se reconocieron como parte integrante de un universo cultural común, consolidándose de ese modo una identidad cultural griega, que se consideraba como superior a las del resto de los pueblos, calificados de barbaroi. Por otro lado, estas colonias no sufrieron de las presiones demográficas y políticas de antaño, por lo que, junto con un activo desarrollo comercial, se estimuló una conciencia política distinta, fundamentada en el desarrollo de comunidades de hombres libres que dió paso a una nueva concepción de la participación política. Todo ello desembocaría en las primeras experiencias de gobiernos más participativos que se verían coronadas por la formación de la Democracia ateniense del siglo V a. C.

La preeminencia del logos: claves para entender el pensamiento griego

Al mismo tiempo que estos procesos de migración y constitución de emporias y ciudades-estado se consolidaba, surgía de estas sociedades una nueva actitud hacía el mundo, la humanidad y sus fenómenos, la cual sería el origen de lo que hoy conocemos como razón y pensamiento racional, en el cual se fundamentan las ramas del saber que hoy cultivamos. Nacida cerca del siglo VI a. C. entre los griegos, esta actitud nueva –que dió cabida a las explicaciones míticas, también se impuso la búsqueda de la verdad (alétheia) y la obtención de la sabiduría (sophia).

En el contexto de las ciudades-estado griegas, la nueva actitud reflejaba un distanciamiento de la naturaleza –a la que se temía y honraba en la órbita de lo ritual- y la centralidad de lo político, aquello referido a la polis y sus habitantes. Tratemos de dar cuenta de esta profundidad y riqueza por medio de la revisión somera de algunos hitos del pensamiento griego.

Los griegos: amigos del conocimiento

Como primera denominación de la inquietud por el saber y la explicación de las causas y destinos de lo humano y sus problemas, la filosofía abarcó una multitud de temas en el desarrollo que de ella hicieron los griegos. El gobierno de la ciudad o las reglas de la poesía, las diferencias entre hombres y mujeres, la crítica a la mitología y la religión o la explicación del origen del mundo. Todos ellos fueron temas que atendieron los filósofos griegos, dando respuestas a ellos en busca de las verdades últimas. Sus grandes representantes fueron Socrates (470-399 a. C.), Platón (427-347 a. C.), y Aristoteles (384-322 a. C.); que reflexionaron tanto sobre el mundo de las ideas, es decir, lo que estaba por sobre la humanidad, como en torno a la realidad y sus fenómenos. Sin embargo, y de modo común, su pensamiento se dirigió hacía la conceptualización de lo que una sociedad debía ser y de cómo debían de actuar sus ciudadanos para conseguir la perfección.

En el conocimiento de las matemáticas: el lenguaje oculto de la naturaleza

Las matemáticas proveniente de la palabra griega para enseñanza (máthema). Como disciplina tuvieron un importante desarrollo, representado especialmente por Pitágoras (570-490 a. C.), quién argumentó que una forma de vencer la eterna trasmigración de las almas de una cárcel corporal a otra era la búsqueda de la sabiduría a través de los números, los que también se relacionaban con la escala musical y su armonía. Del mismo modo, se desarrolló la geometría, de mano de hombres como Tales de Mileto (624-546 a. C.) y Euclides (350-249 a.C.). De gran importancia fueron también los descubrimientos de Arquímedes (287-212 a.C.), quien propuso pasar de la razón deductiva (a partir de leyes generales) a un método de análisis matemático más inductivo y experimental. Ya en el siglo IV de nuestra era, y gracias al Arithmetica de Diofanto, se origina el álgebra como medio de resolución de ecuaciones.

Observando al interior de los hombres

Con la intención de poner fin a las concepciones míticas y religiosas sobre salud y enfermedad que prevalecían, y un ejemplo es el dios de la medicina Asclepio, hombres como Empédocles (499-400 a. C.) e Hipocrates (460-377 a. C.) iniciaron la construcción de un método racional de diagnóstico y tratamiento de las dolencias humanas. Como base para ello, se estableció que el cuerpo humano estaba compuesto de cuatro humores fundamentales (teoría humoral): sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra. Del equilibrio y las relaciones entre estos humores, así como de la temperatura, del clima, de la geografía y de la alimentación, dependía el estado de salud de una persona. Esta teoría prevalecería por muy largo tiempo en la medicina occidental, así como los principios éticos relacionados con la función médica: atender a todos y todas las enfermas, no importando su posición social ni la posibilidad de contagio que su contacto pueda representar, tal y como se expresa aún hoy en el juramento hipocrático.

Atenas, año 399 a. C.: Gran filosofo condenado a muerte.

Se informa desde esta ciudad que Sócrates, hombre que se acusaba a sí mismo de solo saber que nada sabía, a pesar de ser reconocido como el más inteligente por sus compatriotas, ha sido condenado a muerte por los cargos de impiedad y perversión de la juventud. Se lo acusó de intentar introducir nuevos dioses e invitar a los jóvenes que lo seguían a no creer en los dioses de la polis ni sus tradiciones. La gente en las calles recuerda su ironía y su capacidad de conversación, palabras las cuales se niega a escribir, dejando tal tarea a uno de sus discípulos, conocido por sus grandes orejas como Platón. Testigos de sus últimos instantes cuentan que bebió la cicuta –un veneno propio de esta región- muy tranquilo y sin demostrar animosidad contra sus ejecutores.

La perfección y el conflicto: las polis griegas.

Sin dudas que uno de los conceptos que más profundamente ha calado en la cultura occidental, desde los griegos a nuestros días, es aquel que dice relación con lo político, es decir, con el gobierno y la constitución de la ciudad. Tal y como hoy, lo político no hacía referencia solo a los temas vinculados a la ciudad, si no que mucho más, en tanto la cultura griega consideró que la polis era la medida de todas las cosas, la construcción más perfecta de la convivencia humana, la única forma de vivir en sociedad. Para que ello fuera realidad, lo referido a la polis –lo político por excelencia- sobrepasaba a la misma ciudad, en tanto subsumía en su destino la vida individual de cada ciudadano, trasladando la preocupación desde lo público a lo que, al menos hoy, denominaríamos lo privado.

Las características geográficas del paisaje griego no carecen de importancia para intentar una explicación del surgimiento de las ciudades-estado griegas –las polis-. La existencia de pequeñas comunidades aisladas se debió a la presencia de numerosos corredores montañosos, que dificultaban la comunicación de una polis a otra, así como el hecho de que muchas miraron hacia el mar, y que por ello en la navegación pusieran su destino. Ambas cirscuntancias, sumadas a las necesidades defensivas de cada ciudad-estado y su valoración de un culto religioso propio de la polis, junto a las posibilidades de autosatisfacción de necesidades económicas, facilitaron que se dieran el surgimiento y mantención de una multitud de polis en el marco de la península y su entorno insular y costero. Muchas polis, como Atenas, Esparta, Corinto, Tebas, etc. se encontraban en el territorio continental de lo que hoy es Grecia, muchas de ellas se desarrollaron en las islas del Mediterráneo, las costas de Africa o Anatolia y las colonias de Magna Grecia y España, siguiendo los itinerarios de la expansión comercial griega.

De ese modo, con una mezcla de condiciones geográficas y económicas que favorecían la autonomía de pequeñas unidades poblacionales –los griegos consideraban que una de las virtudes de la polis era su limitada población, que muy pocas veces superaba los 100.000 habitantes- se configuraron las distintas polis, que poseían como características comunes:

- La existencia de un núcleo urbano, que cumplía las funciones de centro ceremonial y de actividad pública, fundamentalmente un ágora (lugar de reunión de la Asamblea)

- Rodeando a éste, y en estrecha relación, una zona de producción agrícola, sembrada de demos, es decir, pequeñas aldeas campesinas sobre las que la polis ejercía su soberanía.

- Cada polis poseía, de modo general a partir del siglo VI a.c, una Constitución, es decir, un texto legal que regulaba la vida política, o sea, la vida de las personas que habitaban la ciudad.

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- Esta constitución garantizaba la independencia de cada polis, lo que muchas veces se traducía en la mantención de una fuerza armada y una flota comercial y la acuñación de moneda.

La opinión de Sócrates

Por medio de un diálogo –la forma predilecta de los filosófos griegos de hilvanar sus raciocinios y entregar sus enseñanzas- Platón hace, en su texto La República, hablar a Sócrates en torno al origen de la polis.:

Sócrates: la ciudad nace, en mi opinión, por darse la circunstancia de que ninguno de nosotros se basta a sí mismo, sino que necesita de muchas cosas ¿o crees otra la razón por la cual se fundan las ciudades?

Adimanto: ninguna otra.

Sócrates: así pues, cada uno va tomando consigo a tal hombre para satisfacer esta necesidad y tal otro para aquella; de este modo, al necesitar todos de muchas cosas, vamos reuniendo en una sola vivienda a multitud de personas en calidad de asociados y auxiliares, y a esta cohabitación le damos el nombre de ciudad.

Sin embargo, y como observabamos con anterioridad, la organización social de las polis no estuvo exenta de dificultades, en particular aquellas referidas a la distribución del poder político y la riqueza, así como la propiedad de la tierra y las formas de participación. En el marco de tiempo que va entre el siglo VI y el IV antes de Cristo se dieron, en las diferentes ciudades-estado griegas, distintas soluciones al problema general de la sustentabilidad y desarrollo de la polis como modelo perfecto de la convivencia humana. Por razones de espacio nos centraremos en dos: la Democracia Ateniense y el modelo espartano.

La política de los iguales: el ordenamiento social de la polis y la primera sociedad democrática

La Democracia es uno de los legados que del mundo griego ha llegado hasta nosotros. El origen de esta forma de organización política esta profundamente vinculada al proceso que analizamos como la colonización. A esta coyuntura inicial podemos agregar una serie de condiciones económicas y sociales propias de la antigua Atenas, entre las que destacan:

- El desarrollo comercial, producto de sus vínculos comerciales con gran parte de los pueblos y asentamientos que bañaba el Mediterráneo, en tanto la flota ateniense fue por largo tiempo la más numerosa y comercialmente provechosa.

- La concentración por parte de la aristocracias gobernante tanto de las riquezas fruto de estos intercambios comerciales como de la propiedad de la tierra, lo cual dejaba a la inmensa mayoría de la población en condiciones de dependencia económica y pobreza.

- La reducida cantidad de sujetos provistos de derechos políticos, en tanto se exigía la pertenencia a una fatria, las cuales mantenían un carácter excluyente y de fuerte endogamía (los matrimonios se realizaban entre un conjunto limitado de familias, que así reproducían sus privilegios y posición de dominación social).

- La concentración del poder político, militar, administrativo, judicial y religioso en los miembros de la aristocracia.

La oposición a la aristocracia a la democratización social y a una mayor participación de nuevos sectores sociales, particularmente artesanos, comerciantes, productores de vinos y aceites, coincidió con una coyuntura particular: la crisis de las deudas. Vastos sectores de campesinos que arrendaban tierras a la aristocracia, los hectemoroi, estaban siendo esclavizados, junto con sus familias, por su imposibilidad de cancelar sus deudas. La vía de salida a esta situación se dejó en manos de un legislador, es decir, de un hombre que, por medio de la formulación de leyes, reordene los asuntos de la ciudad.

Ese hombre fue Solón (650-559 a.c), quién implementó, entre otras, las siguientes medidas:

- La supresión de las deudas a los pequeños agricultores.

- La prohibición de esclavizar a un ciudadano.

- Un estímulo al desarrollo de las actividades agrícolas y ganaderas.

- Normas para evitar el lujo y la suntuosidad.

- División de la población en cuatro grupos sociales, de acuerdo a su riqueza. Esta división definía la participación en los asuntos públicos y el ejército.

- Revitalización de la Helaia, un tribunal que limitaba el monopolio judicial que hasta ese momento ostentaba la aristocracia.

La creación de la boulé, instancia de decisión política intermedia entre la ekklesia (Asamblea) y el Areópago o consejo gobernante.

Todas estas medidas, así como la erosión del poder político y económico de la nobleza producto de las medidas de apoyo al campesinado pobre realizadas por Pisístatro (600-527 a.C.), condujeron a que en Atenas se constituyera a partir del siglo VI a.c estructuró una forma de organización social que repartía el poder político en distintas instituciones, oponiéndose a la concentración extrema de poder que implicaban los gobiernos aristocráticos. Fue diseñado un sistema de acuerdo al cual el gobierno lo ejercían nueve arcontes –elegidos por los ciudadanos libres de Atenas- auxiliados por un consejo de ex arcontes, denominado Areópago. Junto a ellos permanecía la Ekklesia, de la cual de modo permanente participaban 500 ciudadanos electos por sorteo cada año. En tiempos de guerra, se superpusó a esta estructura la elección de estrategos, jefes militares y políticos de gran influencia y capacidad de gobierno, entre los que destacó Pericles (495-429 a.C.), quién, según el historiador Tucídides (455-400 a.C.), definió la democracia como aquel régimen “...en el que el Estado, nuestro hogar, es administrado para el interés de la masa y no de una minoría. En lo concerniente a las diferencias individuales la igualdad se asegura a todos mediante las leyes; pero en lo que concierne a la participación en la vida pública, cada uno obtiene la consideración en razón de su mérito...”.

Las limitaciones de la Democracia en Atenas

De acuerdo a nuestra actual concepción de Democracia, ésta consiste en la participación política de todos y todas los habitantes –con el sólo requisito de una mayoría de edad. Pues bien, en las democracias griegas los únicos que podían participar en la vida política eran los hombres libres, es decir, un minoría. Ello excluía de forma inmediata a mujeres, esclavos y extranjeros (metecos).

Estas instancias de participación pública no conocieron nada que se pareciera a nuestras elecciones. Sin embargo, la opinión de los ciudadanos se hacía escuchar en la ekklesia, es decir, en la Asamblea, en donde se discutían temas de comercio, guerra y política interna. Estas discusiones son las que resaltan el papel retórico del hombre público griego, es decir, aquel que tiene como valor social predominante la capacidad de hablar en público, de expresar sus opiniones y juicios de modo claro y convincente ante un auditorio de iguales.

En este esquema de organización político-social democrático destacó el papel del ciudadano, llamado zoon politikón, según la definición de Aristoteles, es decir el hombre capaz de expresar su opinión en el ágora, por medio del sus virtudes retóricas y de convencimiento hacía sus iguales; al mismo tiempo que de defender a su polis participando del ejército en caso de conflicto. Por lo general estos ciudadanos libres eran una porción de la población –en Atenas, 30.000 de un total de más de 200.000 habitantes contando a los demos que rodeaban la polis-, compuesta por hombres mayores de 18 años, libres, propietarios y en condiciones de mantener su indumentaria militar, la que a veces incluía un caballo. Por ello, la ciudadanía era un derecho y un deber, una condición que debía de mantenerse y defenderse, por la honra propia y la de la ciudad.

Educación y cultura atenienses, bases para la vida democrática

Dada la importancia que en la polis griega tenían los ciudadanos, se estructuraron instituciones destinadas a fomentar y mantener el compromiso de sus ciudadanos para con sus estructuras de organización política. Para ello, se recurrió a diversos métodos de educación, todos los cuales apuntaban a la Paideia, es decir, a una visión común de todos los ciudadanos, al respeto a las instituciones, a la adscripción a un conjunto de valores comunes que los hermanaba y constituía en tanto homoioi (iguales). El objetivo de esta educación era que los ciudadanos considerasen como el valor máximo a la ciudad y su existencia, muy por sobre su propia vida e individualidad. Del mismo modo, comprendía un conjunto de destrezas sociales en las que se formaba a los jóvenes, reales protagonistas de esta sección.

Fueron jóvenes como tú, aunque más restrictivo para las mujeres, quienes eran sometidos a tres sistemas de educación:

- El Liceo, muy similar a nuestros actuales colegios, formaba a los jóvenes en las disciplinas consideradas indispensables para la constitución de un buen ciudadano: la gimnasia, la música, la poesía y la escritura. En muchas polis, durante su permanencia en el Liceo, los jóvenes eran alejados de sus familias y puestos bajo el directo control de hombres adultos, quienes debían formarlos en la disciplina y valores de la ciudad.

- La Academia es, sin duda, mucho más restringida. En ella los jóvenes se instruían con mayor profundidad, en áreas como la matemática, la retórica y la reflexión filosófica, al alero de las enseñanzas de un filósofo. Podía ser un lugar físico, como una escuela, o la visita periódica a un pensador. Esta última opción tendía a asemejarse al modelo mítico de transmisión del conocimiento, la cual era realizada en los bosques, fuera de la ciudad, por el Centauro Quirón, fabuloso ser mitad hambre mitad caballo (mitad cultura, mitad naturaleza), que entrenaba en la sabiduría y la caza a los héroes antiguos.

- La Cripteía: es una institución era propia de Esparta, y consistía en que los jóvenes varones debían de permanecer por temporadas en los campos que rodeaban a la ciudad, con el fin de adiestrarse en la caza, el conocimiento del territorio y las funciones militares. En el transcurso de este periodo de instrucción, las condiciones de vida de los jóvenes eran rudas y miserables, debiendo mantener una estricta disciplina y espíritu de cuerpo para poder sobrevivir.

La evolución del concepto de Democracia

Originada en la Atenas de Solón y Clístenes, la democracia fue conceptualizada por Aristóteles en oposición a dos sistemas de gobierno presentes en la Grecia de su época: la Monarquía (el gobierno de uno) y la Aristocracia (el gobierno de un grupo sobre otros). Con sus principios de representatividad e igualdad social, la democracia (el gobierno del pueblo) griega fue una experiencia política fundamental para la cultura occidental, a pesar de permanecer muchos siglos en desuso. El resurgimiento de la idea de democracia está representado por las revoluciones norteamericana y francesa (último cuarto del siglo XVIII), que, inspirados en los filósofos de la Ilustración, pusieron la base del poder en la Soberanía Popular, es decir, en la representación de las mayorías. Esta concepción de democracia se expandió durante el siglo XIX a lo largo y ancho de gran parte del mundo occidental, aunque mantuvo un carácter muy restringido, en términos de que grandes sectores de la población no votaban (mujeres, pobres, etc.) Tal situación no se modificaría en gran parte del mundo hasta la primera mitad del siglo XX, a partir del cual, y tal como hoy lo entendemos, la democracia debe ser un sistema de organización política que permita la participación y la opinión de todos y todas las ciudadanas y ciudadanos en todos las áreas de su interés. Es decir, la democracia no se limita al derecho a votar, elegir y ser elegido, si no que al respeto por la diversidad de opiniones y el derecho a la participación.

La evolución de un término político: las tiranías

Los primeros gobernantes que recibieron el apelativo de tiranos fueron, en algunas polis griegas, hombres que se hicieron del poder enfrentándose, muchas veces con el apoyo de importantes sectores de la población, a los gobernantes aristócratas. Por ello, la valoración negativa de la tiranía la hicieron quienes apoyaban a éstos últimos. Es decir, la tiranía no era un mal gobierno siempre –muchas veces los tiranos fueron gobernantes queridos por su población, en tanto tendían a repartir tierras que habían pertenecido a los aristócratas- , si no solo el gobierno que no se ajustaba a las leyes de la ciudad. Con la llegada del Imperio Romano, y con más fuerza a partir de las reflexiones políticas de pensadores cristianos como Isidoro de Sevilla o Tomás de Aquino, se relacionó el término a la utilización despótica del poder, a la crueldad y la arbitrariedad en el manejo de los asuntos públicos por un solo hombre. Desde la Ilustración a nuestros días, la figura del tirano se relaciona con la dictadura y el ejercicio absoluto y arbitrario del poder.

Frugalidad y guerra: el modelo espartano

Hasta hoy se asocia a lo espartano con lo rudo, lo sobrio y la capacidad de soportar con entereza las dificultades. Ello se debe a que Esparta – durante varios períodos la más poderosa de las polis griegas- constituyó un sistema de organización social que puso el acento en la disciplina y compromiso total de los ciudadanos a la ciudad y sus valores, marcadamente frugales y militaristas. Si, puesto que Esparta baso su poderío en la dominación de vastas zonas del Peloponeso (una región de la península griega), dominación mantenida a costa de la fuerza militar. Rodeados de hilotas –grupos de población sometidos, que estaban adscritos a la tierra, y por ello, eran propiedad del Estado- los espartanos, que se llamaban a sí mismos lacedemonios, temieron una rebelión que les quitara su posición.

La fundación de este sistema habría sido obra de un legislador mítico llamado Licurgo, quién estableció que todos los hombres lacedemonios eran ciudadanos con derecho a participar de la Apella (asamblea), la que sancionaba con aprobación o rechazo las proposiciones que le hacía la Gerusía, que era un consejo en el que participaban los ancianos de las más poderosas familias, quienes además administraban justicia. De ser aprobadas, la Gerusía podía desdeñar la opinión de la Asamblea, e incluso disolverla, estas acciones eran llevadas a la práctica por los éforos, cinco personajes dueños de amplios poderes, que se manifestaban en la determinación de cómo debía educarse a los y las jóvenes espartanos, en la dirección de la Asamblea y en funciones militares de alta responsabilidad. Todo el sistema estaba encabezado por dos reyes, pertenecientes a dos familias aristócratas distintas. Eran los sacerdotes supremos en los cultos de la ciudad y comandaban el ejército.

La sociedad espartana se mantuvo, económicamente hablando, fundamentalmente gracias al trabajo esclavo que en las ricas tierras agrícolas de Mesenia realizaban los hilotas. Esta dependencia de los recursos aportados por una población que había sido despojada de sus derechos y sus tierras –por medio de dos guerras que los espartanos ganaron a los mesenios en torno al año 700- motivó una notoria militarización por parte de la sociedad lacedemonia, de acuerdo a la cual gran parte de la vida social era dedicada al Estado y su protección, así como a la vida en comunidad y confraternidad. Ejemplo de ello son el sistema escolar espartano, que tomaba a niños y niñas desde los siete años de edad, hasta los doce, apartándolos de sus familias para enseñarles a leer y escribir, música, poesía y gimnasia, proceso luego del cual se concentraban en la formación militar; y la institución de las sysístias, que eran una suerte de clubes en los que se reunían a comer y compartir grupos de hombres, quienes en conjunto solventaban su alimentación. Esta misma asociación se daba muchas veces con igual cohesión en el ejército.

En el marco de este esquema de organización, las mujeres espartanas tuvieron, comparativamente y para rechazo de muchos contemporáneos, más igualdad de derechos con los hombres que el común de las habitantes de otras polis, en particular en el plano del acceso a la educación y el desarrollo gimnástico. Por debajo de los ciudadanos espartanos (espartiatas) se hallaban los periecos, el origen de los cuales no está claro si fueron ciudadanos espartanos caídos en desgracia por causa de luchas políticas, o una población que habitaba antes de la llegada de los dorios la región del Peloponeso y Laconia, y que como tales habrían sido sometidos. De todas formas, mantuvieron en general lealtad a los espartanos, para los cuales cumplían tareas de comercio y artesanado que los lacedemonios consideraban indignas y que, por ello y su dedicación militar, les estaban prohibidas. Los periecos no tenían derechos políticos y debían aportar con hombres al ejército espartano. Por último, en la base de la pirámide social lacedemonia se encontraban los hilotas, esclavos atados a la tierra a los que ya hicimos referencia.

El enfrentamiento de los modelos: la crisis de la polis griega

Durante siglos los pensadores, y sin duda también los dirigentes políticos y los ciudadanos, consideraron a la polis como la más perfecta forma humana de organización social, en tanto aportaba igualdad y participación política a unos pocos, reconociendo de ese modo la supremacía social de los mismos. Pues bien, el debilitamiento de esta consideración fue en gran medida producto de un doble proceso: la constitución de unidades políticas mayores; y la decadencia de las antaño poderosas polis de Atenas y Esparta.

El primer proceso se relaciona con la conformación, debido a intereses económicos y políticos de gran magnitud, de dos entidades opuestas -formadas por varias polis- encabezadas por Atenas y Esparta. De ese modo, la Liga del Peloponeso y la Liga de Delos se constituyeron como organizaciones comerciales y militares que, junto con concentrar inmensas riquezas, capacidad naval y ejércitos, desvirtuaron los principios claves de la autonomía ciudadana griega: la soberanía de cada polis de acuerdo a sus intereses y preceptos particulares, por lo que con el tiempo surgieron conflictos.

Este estalló el año 431 a.c, en una primera fase en la cual se enfrentó la potencia naval de Atenas y sus aliados contra las columnas de hoplitas lacedemonios, quienes controlaron la península, dejando en manos de los atenienses las costas. Esta situación llevo a virtual empate luego de diez años de lucha, por lo que el 421 a.c se firmó la paz. Sin embargo, dos años después, y bajo el mando de Alcibíades, los atenienses reanudaran el conflicto al intentar hacerse dueños de las colonias griegas en Sicilia. Todo acabará en un desastre para los atacantes, en tanto el mismo Alcibíades se pasó a las filas espartanas y la flota de Delos fue destruida. Tras años de resistencia, y luego de un largo sitio, recién el 404 a.c Atenas se rindió, aceptando las condiciones de Esparta: destrucción de sus murallas (su sistema defensivo), fin de la Liga de Delos, y obligación de aportar hombres al ejército lacedemonio.

Contra el enemigo común: las guerras contra los persas.

Entre los años 500 y 479 a.c se desarrolló una serie de tres conflictos que enfrentaron militarmente a las polis griegas contra el Imperio Persa, llamados Guerras Médicas (a los persas se los llamaba medas). La reacción de unidad que las ciudades griegas demostraron con la creación de la Liga Panhelénica puso en evidencia la comunidad cultural que poseían, y definió una suerte de frontera con el universo cultural de Oriente.

A la larga la Guerra del Peloponeso redundó en la decadencia tanto de Esparta como de Atenas, y lo que es más significativo, en el fin del ideal griego de la polis y sus estructuras de participación política mayor o menormente igualitarias. Su reemplazo puede ser entendido como una orientalización de las formas de gobierno, a la vez que como un impulso a la helenización del mundo antiguo.

Alejandro y la expansión del helenismo

En gran medida debido al debilitamiento posterior a la Guerra del Peloponeso, las grandes polis griegas no pudieron entablar resistencia a la invasión que, esta vez desde el norte, cayó sobre sus territorios. Al mando de su rey Filipo II (382-336 a.c) los macedonios lograron, tras largas vicisitudes políticas por parte de las ciudades griegas, unificar la Península de los Balcanes bajo una sola monarquía, la cual se transformaría en Imperio bajo la conducción del joven hijo de Filipo, conocido por sus hazañas como Alejandro Magno. En poco más de una década de incesantes movimientos militares, Alejandro logro expandir sus dominios por Egipto, Anatolia, Persia y Mesopotamía, llegando hasta los límites de lo que hoy es la India.

Grecia contemporánea

La última etapa de la historia griega comienza en 1974, año en que finalizan los diez años de dictadura militar conocida como Gobierno de los Coroneles, que habían puesto fin a la monarquía por medio de un golpe de Estado. Una vez restaurada la democracia, en 1981 Grecia ingresa a la Unión Europea, organización de la cual es hoy uno de los países más pobres, por lo que el incentivo al turismo no ha dejado de crecer. Su posición en los Balcanes, si bien no ha involucrado al país en una guerra, ha generado tensiones tanto con Turquía –por el dominio de la dividida isla de Chipre- como con Albania y Macedonia.

Este enorme esfuerzo conquistador, que dio por resultado el más grande imperio hasta ese momento conocido, termino con la muerte de Alejandro el 323 a. C. En un proceso de mucha mayor duración, la cultura griega se expandió y mantuvo bajo la forma del Helenismo, entendido como el conjunto de características culturales que todos los pueblos griegos consideraron como comunes, es decir, aquellos aspectos que los unían y diferenciaban en relación a otros pueblos, fue denominado cultura helena, es decir propia de Hellas, denominación con que los griegos nombraban a su territorio. Así entendida, es decir, como identidad cultural, la civilización griega, ya helenística, mantuvo gran dinamismo y creatividad, destacando el matemático Arquímedes (287-212 a.C.) o geógrafo y astrónomo Eratóstenes (276-194 a. C.). A ello se agrega la fundación de ciudades tan importantes como Alejandría, verdadera capital cultural del mundo antiguo por varios siglos más, que concentró el saber de la época en su famosa biblioteca –quemada siglos después por los musulmanes- y que aún hoy es objeto de pesquisas arqueológicas en busca de la reconstrucción de sus instalaciones portuarias y urbanas.

El Helenismo, en el largo plazo, significó la pervivencia y transmisión de los hitos centrales de la cultura griega al resto del mundo. Durante este período, calculado entre el 330 y el 30 a.c, parte importante de los logros culturales griegos fueron conocidos e incorporados por otros pueblos, como romanos o cartagineses, aportando de ese modo elementos que serán centrales para la conformación de un mundo greco-latino posterior, mundo el cual reconocemos como origen de la cultura Occidental. Aspectos tan disímiles como los la matemática, la idea de democracia o el estilo arquitectónico de la polis se transformaron así en parte inseparable de toda la cultura occidental, constituyéndose una identidad cultural común entre pueblos alejados en el tiempo y el espacio.





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Claudio Villarroel Vidal cvillarroelvidal@gmail.com Deja tu comentario u aporte.